Cambiar el mundo es el anhelo de muchas personas de buena voluntad, sobre todo de jóvenes idealistas.  Mas éste es un sueño que solo pocos líderes logran hacer realidad, pese a sinceros esfuerzos y grandes sacrificios.

Cambiar nuestro mundo es la promesa que prácticamente todos los dirigentes políticos hacen repetidas veces, con frecuencia sin planes concretos de cómo impulsar la transformación sistémica. Entonces queda todo en mero discurso de campaña para ser repetido periódicamente sin falta, incluso por los que ejerciendo el poder han desperdiciado la oportunidad de al menos iniciar el cacareado cambio en la sociedad. Muchas veces se expende más esfuerzo en crear la ilusión de que la transformación procede aceleradamente, que impulsando el profundo cambio estructural que necesitamos. Esa es la eterna demagogia que tanto pesa en nuestra historia latinoamericana.

En contraste la Revolución de las Trece Colonias Británicas (“The American Revolution” de los estadounidenses) en el siglo XVIII fue un fenómeno  impulsado por el brillante liderazgo de un puñado de hombres pensantes y comprometidos con ideas sublimes, al tiempo que imbuidos de pragmatismo producto de la experiencia de vida activa y productiva, trabajando de concierto por una meta común. Por la “Revolución” no nos referimos al conflicto bélico de la guerra de independencia para separarse del Imperio británico, sino a la transformación vital de las trece colonias en una federación republicana que 240 años después sigue siendo la principal potencia mundial.

A los próceres de su Revolución los norteamericanos dan el apelativo de Padres Fundadores de los Estados Unidos (Founding Fathers of the United States), término acuñado hace un siglo en la Convención del Partido Republicano de 1916. El núcleo duro de los Padres Fundadores es integrado por el septeto magnífico de John Adams, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison y George Washington. Cada uno de ellos encarna un carácter indómito y recia voz, modulando sus posturas individuales para lograr la armonía colectiva. En gran medida ellos son los responsables de redactar la Declaración de Independencia, los Artículos de Confederación, la Constitución de los Estados Unidos de América y la Carta de Derechos, que son los cuatro documentos fundacionales del novedoso estado federado, basados en el pensamiento de vanguardia que plasma las teorías políticas y sociales de la Ilustración en términos prácticos y asimilables por los ciudadanos. Y al mismo tiempo, fueron los Padres Fundadores quienes forjaron- con su trabajo perseverante al frente de los primeros gobiernos- las incipientes instituciones del novedoso experimento de república federada. 

Al momento de firmarse la Declaración de Independencia en 1776, el más joven de los Padres Fundadores (Hamilton) tenía tan solo 21 años, y el de más experiencia (Franklin) contaba ya con siete décadas de vida. Adams, Franklin, Hamilton y Jay representaban colonias norteñas y ejercían profesiones liberales y el comercio en las principales ciudades coloniales como eran Boston, Filadelfia y Nueva York.  Jefferson, Madison y Washington eran terratenientes agricultores de la colonia de Virginia, aunque los dos primeros eran también intelectuales de fuste graduados de las mejores instituciones académicas. Washington, Adams, Jefferson y Madison fueron sucesivamente presidentes de la Unión, ocupando entre ellos la presidencia por 28 años, desde la creación del cargo en 1789 hasta 1817. Luego un hijo de Adams, John Quincy, fue el sexto presidente. Jay fue, entre otras cosas, el primer presidente de la Suprema Corte de Justicia.  Hamilton fue el primer Secretario del Tesoro y  principal formulador de la temprana política económica estadounidense (su trágica muerte en un duelo contra el entonces vicepresidente Aaron Burr cortó su brillante carrera política antes de cumplir 50 años). El autodidacta Franklin (científico e inventor con varias patentes importantes) fue el fundador del servicio postal estadounidense, primer embajador en Francia y presidente del importante estado de Pennsylvania, 1785-1788. Todos dedicaron ingentes esfuerzos en palabras y acciones para hacer realidad el establecimiento de un nuevo modelo de gobierno con visión de futuro, que- con todas sus imperfecciones-  ha permitido a la sociedad estadounidense evolucionar con los tiempos y mantenerse como un referente mundial.

Es verdad que eran individuos pensantes y perseverantes, pero sobre todo trabajaron en equipo y a largo plazo, complementándose unos a otros. A pesar de representar ideas e intereses con frecuencia antagónicos, generalmente supieron anteponer lo que tenían en común para lograr el bien colectivo a largo plazo. Por sus brillantes logros ellos han trascendido las fronteras continentales y de su tiempo para ser hoy no solo los Padres Fundadores de EEUU,  sino un valioso patrimonio de la humanidad, confirmando con su ejemplo el postulado atribuido a la célebre antropóloga cultural Margaret Mead, de que:

"Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueda cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado".