En las últimas dos semanas hemos sido testigos de un debate sobre la necesidad de contratar docentes extranjeros para el sistema dominicano de educación pública.
Hay integrantes de la sociedad civil que favorecen la contratación de personal extranjero foráneo para paliar los males ancestrales de la educación dominicana. Por su parte, otras personas no están de acuerdo con esta medida.
Hay colegas opuestos a reclutar personal docente extranjero, porque consideran que realizar la contratación es colocar el destino de la educación dominicana en manos foráneas. Se piensa que un profesorado extranjero no tomará en cuenta el contexto sociocultural del educando dominicano, debido a que son partícipes de otra sociedad, cultura y tradición.
Otro argumento contra la contratación del profesorado foráneo se sustenta en el supuesto de que el sistema educativo dominicano posee suficiente personal docente con formación, porque, en las últimas décadas, el Estado dominicano ha invertido grandes sumas de dinero en la capacitación de las personas dedicadas al magisterio.
Se ha llegado a afirmar que dicha contratación niega la existencia de instituciones creadas para realizar programas de grado y postgrado en las distintas modalidades de la profesión docente.
Finalmente, se ha llegado a afirmar que los problemas de la educación dominicana no están relacionados con la capacitación docente, sino más bien con las condiciones infrahumanas de trabajo que se resumen en aulas deterioradas, ausencia de recursos pedagógicos mínimos y salarios de subsistencia.
Inicio mi reflexión con el primer argumento. ¿Existe una contradicción entre contratar personal docente especializado del extranjero y la finalidad de que la enseñanza de las distintas disciplinas se realice tomando en cuenta el contexto sociocultural del educando? No necesariamente. Responder de modo afirmativo a esta pregunta es presuponer que un docente extranjero está incapacitado para comprender el contexto sociocultural donde va a laborar y que además -otra premisa falsa- todo lo que va a enseñar está estrictamente condicionado por dicho contexto.
Además, significa creer que la contratación de un personal docente extranjero es entregar un cheque en blanco sin supervisión alguna para que el profesor explique lo que quiera al margen de los propósitos de un curriculum. Si esta supervisión falla y si al profesorado extranjero se le deja aislado del acompañamiento que requiere para insertarse en el contexto laboral no es culpa de la contratación per se, sino de la contraparte dominicana.
Al mismo tiempo, se olvida que la contratación de personal docente extranjero es una magnífica oportunidad para romper con el aislamiento que nos caracteriza y posibilitar el dialogo entre diferentes horizontes culturales. Este diálogo es necesario para enriquecer los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Esta contratación podría combinarse con personal docente dominicano formado en el extranjero, pues el problema no es la nacionalidad del contratado per se, si no, el hecho de si el mismo ha accedido a procesos de formación idóneos y si se encuentra en condiciones para replicar procesos educativos de calidad.
El segundo argumento remite a la formación del magisterio que se ha realizado durante las últimas décadas. ¿Cuáles han sido los resultados de la capacitación magisterial? Decepcionantes. La capacitación requiere de una formación previa. Es aquí donde se encuentra el meollo del fracaso de los procesos de capacitación en República Dominicana.
Un profesorado sin formación previa, con deficiencias estructurales desde su niñez, carece de las condiciones necesarias para asimilar conocimientos. Las características generalizadas del docente escolar en nuestro país son: Alimentación poco balanceada desde la infancia, poco acceso a una bibliografía actualizada a una edad adecuada para iniciar el proceso de asimilación de conocimientos y con estas limitaciones, los más afortunados acceden a estudios tardíos de postgrado. Entonces, estos programas se convierten en estudios de licenciatura debido a las deficiencias que los maestrandos arrastran desde el grado.
En muchos casos, una parte importante del personal docente dominicano es contratado por relaciones y favoritismos políticos, por padrinazgos pandillescos. Entonces, desde su ingreso en la carrera docente, se integra a las redes de una corrupción estatal y sindical asfixiante.
Agréguese a esto la oficialización de un “paradigma pedagogista” según el cual es más importante capacitar “en como enseñar” y no “en qué enseñar”. Los que hemos estado vinculados al mundo de la educación en las últimas décadas somos testigos de talleres interminables de capacitación de como “enseñar a desaprender”, de cursos sobre técnicas y procedimientos de enseñanza, pero donde se margina lo más importante: La formación en un saber especializado.
Como consecuencia de lo antes dicho, es erróneo pensar que si se mejoran las condiciones de infraestructura (salón de clases, recursos tecnológicos y población estudiantil no masificada) esto tendrá un efecto de impacto inmediato en la mejora de la calidad docente.
Como también es un error creer que si a los docentes dominicanos se les incrementa los ingresos para hacerlos acorde con la canasta familiar, los mismos repercutirán de inmediato en la calidad docente.
Mejorar las condiciones de vida del magisterio, así como las condiciones para mejorar la docencia son condiciones necesarias, pero no suficientes.
Los problemas de la educación dominicana no se resolverán con la solución de la infraestructura y la cantidad de los ingresos. Si hoy pudiéramos modificar toda la infraestructura educativa dominicana para hacerla acorde con una escuela moderna e incrementáramos los salarios docentes para colocar al profesorado en el grupo de mayores ingresos de la población, nuestra educación seguiría siendo mediocre, pues nuestros problemas educativos sí tienen que ver con la falta de formación, lo que impacta en la inoperancia de la capacitación.
Existen cada vez más estudios que avalan el planteamiento de que la formación del profesorado es la variable más determinante en la calidad de la educación. Algunos de estos estudios han construido escenarios para realizar comparaciones de rendimiento, con el resultado de que dadas las mismas condiciones, aquellos chicos y chicas que tuvieron acceso a un personal docente más formado se posicionaron muy por encima de aquellos que recibieron clases del personal docente de menor formación.
¿Resolvería la contratación del profesorado extranjero nuestros problemas educativos? No, si dicha contratación se realiza al margen de un plan integral que resuelva también el problema de las condiciones necesarias señaladas más arriba, así como si se carece de un programa serio de captación, incentivo y formación del joven universitario dominicano de mayores condiciones en las distintas áreas del saber con el propósito de atraerlo a la carrera docente.
Tampoco se resolverá si continuamos con el populismo sindical que impone aumentos generales de salario sin tomar en cuenta un real escalafón del profesorado basado en los méritos y los resultados, en vez de basarnos en el cumplimiento de exigencias burocráticas y protocolares.
Contratar un personal docente extranjero, ¿significa reconocer que nuestras instituciones educativas y nuestros procesos de capacitación han fracasado? Solo si persistimos en el error y nos entregamos al desánimo. Como dijo Thomas Edison: El fracaso consiste en desanimarse después de un error, en no levantarse después de caer.