Primer prólogo, escrito por Rubén Silié, embajador dominicano en Haití

Gravitaciones y memorias binacionales

Este libro es una refrescante crónica testimonial donde la autora, valiéndose de su formación periodística, recoge aspectos sobresalientes de las relaciones entre los dos países desde una perspectiva que, sin ser coloquial, nos relata algunos hechos de la cotidianidad que enmarca dichas relaciones. Ese objetivo es llevado a cabo por medio de entrevistas y artículos periodísticos publicados entre 1994 y 1998.

Los relatos aquí presentados fluyen como un documental dejando ver a los principales actores en el desempeño de sus respectivos roles, sea argumentando razones, o reproduciendo prejuicios sobre los principales temas de la agenda binacional. Se aborda el comercio, que a pesar de los grandes beneficios que deja al país a veces es calificado negativamente; la algarabía migratoria; como también las “amenazas” a la seguridad que genera la situación social y política haitiana sobre este lado de la Isla. Leyendo a la autora tenemos una visión panorámica de cómo se discutían esos temas en el cuatrienio trabajado.

Algo que refleja claramente el insólito distanciamiento entre Haití y la República Dominicana es “El eslabón perdido en la cadena del correo”, artículo en el cual se describen las vicisitudes de la comunicación postal entre dos países vecinos, que en lugar de haber tenido un contacto fluido y directo, debía pasar por Miami para garantizar su funcionamiento.

Entre los temas centrales uno  muy poco conocido es la presencia de los y las dominicanas en Haití. Sobre ese aspecto el libro nos da a conocer la vida de algunas mujeres que han llegado a ese país bajo diversas circunstancias, pero siempre en búsqueda de una mejor vida para ellas y sus familiares. En esas entrevistas se revelan las adversidades propias de todo inmigrante, con la particularidad de que en estos casos no se trata de la emigración hacia un país con mayores niveles de desarrollo que el propio, como suele ocurrir, sino todo lo contrario.

Uno de los primeros retos que esas mujeres asumen es convencerse a sí mismas de que allí existen oportunidades mejores que en su país (al menos para ellas) y luego lograr el reconocimiento público y familiar de que tal empresa vale la pena. O sea, que de entrada deben tener un gran coraje. Pero lo fascinante de esos relatos es cómo la autora les hace hablar sobre sus expectativas; los medios empleados para insertarse en el medio laboral, cual que sea, y cómo manejan los riesgos correspondientes para coronarse de éxito en lo que al inicio no era más que una aventura.

Lo que aquellas mujeres cuentan sobre los niveles de aceptación que tienen las dominicanas, sea en el medio de los negocios o del trabajo sexual, contrasta con los prejuicios establecidos, pues si bien en aquella sociedad no existen canales de inserción convencionales las biografías relatadas muestran que no existen barreras institucionales, ni culturales que lo impidan. Esto sin querer decir que no existen prejuicios o percepciones negativas acerca de las “dominicanas”; pero sí que los mismos no son un obstáculo insuperable para su integración en la sociedad receptora.

Llama mucho la atención cómo las entrevistadas lograron apropiarse de un nicho laboral como el de los salones de belleza, atrayendo a las mujeres de la clase alta y media de Petión Ville; muy a pesar de que las dominicanas son culturalmente identificadas con el trabajo sexual. En el caso de las que se dedicaron a ello, es aleccionador cómo algunas de ellas supieron alcanzar cierto nivel económico para apoyar a sus familiares, y hasta para movilizarse en términos ocupacionales, encontrando nuevos nichos de trabajo que dignificaran su condición social. En los relatos de las que aún “ejercen” resulta fascinante cómo hablan de los valores familiares, y de su determinación a que sus hijas no repitan el ciclo de la pobreza que les impuso a ellas terciar en esa actividad productiva tan poco digna y socialmente aceptada.

En otro orden, la obra nos ofrece testimonios de importantes actores de la vida política nacional y haitiana; dos de ellos desgraciadamente desaparecidos: José Francisco Peña Gómez y Gerard Pierre Charles. Dos vidas consagradas a la lucha por la libertad y la democracia, empeñadas en vencer los prejuicios y percepciones negativas que impiden hasta hoy que ambos pueblos puedan lograr mejores niveles de entendimiento. En sendos testimonios queda claro que ellos se negaban a aceptar que los caminos del desarrollo no fuesen paralelos. Para Peña y Pierre-Charles, Haití y República Dominicana están llamados a confluir, complementando  sus economías y estrategias de desarrollo, a pesar de las diferencias entre uno y otro.

Con Gerard, la autora tuvo la oportunidad de entrevistarlo varias veces a viva voz, dejándose encantar por el verbo reflexivo y el carácter reposado de ese político convencido y convincente que fue Pierre-Charles.

Para hablar de Peña Gómez cita a Hugo Tolentino Dipp, la persona con la que quizás mayores afinidades intelectuales desarrolló el líder dominicano más aclamado de finales del Siglo XX. Tolentino, hablando en los funerales de su amigo, destaca las adversidades que le impusieron a Peña los prejuicios sociales y el anti haitianismo; frente a los cuales, no obstante, se levantó para convertirse en “un coloso de la tenacidad y la superación”.

La entrevista con José Israel Cuello es la más novedosa de todas pues el entrevistado, parapetado sobre la verticalidad que le caracteriza, da riendas sueltas a su agudeza histórico-política poniendo en el tapete una hipótesis sobre las relaciones políticas entre Juan Bosch y Joaquín Balaguer que nos obliga a releer muchos de los episodios de la historia política dominicana.

Fuera del tema haitiano, pero sin dejar de lado su interés por la herencia afro antillana, la autora relata algunos episodios sobre la vida de los Cocolos y la relación de estos con Marcus Garvey, a quien califica de Bolchevique Negro. Aunque el movimiento de Garvey fue el primero que nos vinculó como país a la lucha por los derechos de los afro descendientes, este sigue siendo un asunto muy poco tratado por la intelectualidad dominicana. Siendo este un componente de lo caribeño es lamentable que en República Dominicana siga sin recibir la atención que se merece.

Sin dudas que la historia familiar de la autora contribuyó a despertar en ella una especial sensibilidad hacia las iglesias no oficiales, siendo ese otro tema muy novedoso, especialmente respecto de la iglesia Anglicana. Sobre ese tema el enfoque es insular destacando los vínculos entre los religiosos de allá y de acá, y se hacen explícitas las posiciones anti segregacionistas de esos sacerdotes en beneficio de su feligresía. De igual interés resulta la valentía de los anglicanos frente a la dictadura de Trujillo. Es lamentable que estos importantes componentes de la historia dominicana sigan excluidos de la Historia Oficial.

Invito a leer este libro que recupera un trabajo periodístico de gran interés y actualidad, que de no haberse publicado hubiese quedado olvidado en la memoria mediática del diarismo. Su publicación nos permite recuperar estos reportajes cuyos temas permanecen tatuados en la conciencianacional, y gravitando en la sociedad dominicana como un fantasma que aún tiene la capacidad de espantarnos de día y de noche.

Rubén Silié, Sociólogo, Embajador Dominicano en Haití

Ex-Secretario General de la Asociación de Estados del Caribe (AEC)

Puerto-Príncipe, Mayo 2009

Segundo prólogo, escrito por Paco Navarrete, periodista, crítico musical y DJ, editor de Opinión en el periódico Mural, de Guadalajara, México.

EL PULSO DEL RADÁ*

Acercarse a Haití es, primero que nada, adentrarse en una nube de ignorancia y lugares comunes –de juicios tan fáciles como equivocados–, pero sobre todo es acercarse al vacío. Un vacío de información: no nos enteramos de nada proveniente de la porción occidental de Quisqueya como no sean malas noticias o de plano verdaderas catástrofes.

La mítica Ayití es quizá nuestra última tabla de salvación como latinoamericanos, aquella que está relegada al fondo de la bodega y sin posibilidades de servir como salvavidas: ciertamente inútil para sacarnos de un apuro, en caso de emergencia, pero perfecta para tener en cuenta cuando la tormenta arrecia, pero la esperanza no está perdida. “Ahí está”, decimos, “en el fondo de la bodega”, como podríamos decir, “estamos mal, la nación está en manos de corruptos e ignorantes, porque los gobernados también lo somos… pero al menos allá en Haití están peor”, nos repetimos.

No nos comparamos con los que se ríen del embate de las olas, o al menos las sortean con mínima pericia, no. Preferimos lamer las heridas y tener, al menos, bien grabado en la mente que hay algunos que están peor, mucho peor que nosotros. En Haití, claro.

Pero de verdad, ¿es así? ¿O es sólo la misma vieja fotografía, desquebrajada ya y roída de las esquinas, tomada en los tiempos pintorescos –para el despistado ojo del turista– de los dictadores bananeros, pero aún fija en nuestro imaginario? A saber.

De cualquier manera, esa isla está muy lejos. En el mismo continente, pero en la dimensión desconocida. Otra lengua, otras costumbres. Tan lejana es, que ni sus vecinos, sus condóminos, con quienes comparten suelo y aguas, la conocen.

Pero ahora, al menos, nos venimos a enterar: Tatuajes Fantasmas cumple al menos con dos encomiendas: acercarnos a la realidad cotidiana de Haití, la que difícilmente aparece en las noticias, y sobre todo hablan las voces de quienes allá habitan, con una salvedad: casi todos son de ascendencia dominicana. Sí, sus vecinos “ricos”, en busca de fortuna en la nación más pobre de América Latina.

Alanna Lockward nos lleva de la mano por barriadas y viejas casas de madera para derribar, con finos toques estilísticos, una y otra muralla de ideas preconcebidas y mostrarnos una maciza sociedad, herida pero no vencida. La vigorosa tierra de Dutty Boukman sigue viva. El corazón del Radá sigue latiendo…

Paco Navarrete, periodista, crítico musical y Dj, es editor de Opinión en el periódico Mural, de Guadalajara, México.

(*) El Radá o Rará haitiano, y  el Gagá dominicano expresan el mismo fenómeno cultural, la música y los instrumentos pertenecen a la misma familia. En esta celebración ritual paralela a la Semana Santa, las comunidades de dominicanos de ascendencia haitiana honran en los bateyes azucareros sus tradiciones y ancestros, y la llegada de la primavera. Boukman Eksperyans es un grupo surgido a finales de los 80 que impuso con su sonido “Voudou Adjae” , título de su primer disco, los ritmos del Radá en la música popular de Haití.

Tercer prólogo, escrito por la autora del libro, Alanna Lockward

Introducción

En el misterio de nuestra historia llevamos tatuados infinidad de fantasmas. Con gula pantagruélica,  se devoran en su panza los más violentos silencios. Ofrezco mi pequeño sazón para el banquete de la ballena. Es sólo un ingrediente obtuso pero tiene tempo y mucho, pero mucho down…

Es como un curry anti-cripples, un arma blanda que poco a poco irá ganando anécdotas, que luego se transformarán en citas, y que acabará siendo la Historia con mayúsculas de la gente que me contó sus cosas. Gente que en sus laboratorios existenciales modela la alquimia de la vacuna anti-cripples, que algún día nos inmunizará a todos contra el síndrome de la adicción a los lugares comunes. Gente que, por suerte, sobrevive en otro planeta, y que cuando hace escala en la “realidad” nos recuerda un paisaje indescifrable. Un lugar que recordaríamos si nos hubiésemos acostumbrado a mirar y mirarnos de cualquier otra manera, menos esta, tan enamorada del odio y su reciclaje de culpas cacarizas. Ellos son mayoría en estos fragmentos y por eso estoy tan, pero tan, y repito, pero tan contenta de haber recopilado estos artículos.

Los escribí con el mismo asombro con el que los vuelvo a encontrar. Lo que he vivido en mi historia con las relaciones domínico-haitianas está casi exhaustivamente incluido aquí. Si hay alguna omisión es estrictamente en lo culinario y musical: comí siempre como una princesa en Haití, y bailé como una dominicana más. El ejercicio profesional no me permitía estas sinceridades. Aprovecho para regodearme en las noches de RAM en el Oloffsson, las langostas, el Poisson Gros sel y el Poulet Djon Djon. Y sobre todo para darle las gracias a la familia Delatour, que me acogió como a una hija; y a Anitte, que cuidó a mi hijo Marlon con un amor indescriptible mientras yo esquivaba granadas y me codeaba con los grandes nombres de las cadenas internacionales de televisión. Junto con ellos he creado mi propia geometría domínico-haitiana, que es como un círculo, como un sol, compadre general sol…