En el momento en que escribimos estas líneas (domingo 20 de septiembre) el número de infectados por el SARS-CoV-2 en el mundo superaba los 31 millones de personas, al  mismo tiempo que el número de muertes avanzaba a paso firme hacia el millón. Los Estados Unidos, con casi 7 millones de confirmados y aproximadamente 200 mil fallecimientos por esta causa sigue en el primer lugar, con la India, Brasil, Rusia, Colombia, Perú y México siguiéndole los pasos.

República Dominicana que, como casi todas las naciones, se aferra al distanciamiento social y toque de queda, registra más de 108 mil personas infectadas y más de 2 mil fallecidos. Desde el 14 de agosto, con una ligera subida el 4 de septiembre, los casos diarios reportados y los casos activos bajaron significativamente, especialmente estos últimos cuya curva se quiebra hacia abajo desde el 6 de agosto, estabilizándose en lo que va de septiembre. Ya tenemos en el país unas 80 mil personas recuperadas, más de 24 mil casos activos y cerca de 10 mil infectados y 188 muertes por millón de habitantes.

La realidad es que estos datos no reflejan la realidad de manera objetiva en la medida en que las pruebas, a pesar de haber aumentado su ritmo de crecimiento en los dos últimos meses, todavía resultan harto insuficientes. Su cantidad -no sabemos si incluye todos los tipos o solamente las PCR-apenas suman algo más de 41 mil por millón de habitantes.

Siendo justos debemos reconocer que esta cantidad relativa de pruebas es superior a los niveles alcanzados por decenas de otros países de la región y del mundo. Como elemento decisivo de su estrategia de combate contra el virus, muchas naciones del mundo están realizando cientos de miles y hasta millones (los más ricos) de pruebas de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR), considerada la más confiable, en razón de que permite detectar un fragmento del material genético del patógeno.

Como en nuestro país hay problemas con la oferta de esa prueba, el acceso efectivo a ella se hace tedioso y muchas veces hasta imposible. Se puede comprobar que muchas personas que creen tener los síntomas de la enfermedad, permanecen semanas en las largas y crecientes filas de angustiados solicitantes.

¿Cómo aumentamos las pruebas? Una idea: como sabemos que los 3 mil 800 millones por emisión de bonos soberanos irán a cubrir gastos corrientes del Gobierno, el presidente Abinader debería separar alguna fracción de este dinero para seguir incrementando el ritmo de crecimiento  de las pruebas PCR, si es que no tiene otra fuente a la que recurrir. Es una inversión para la pronta reactivación económica, aunque no pueda verse así a simple vista.

Al mismo tiempo, el presidente debería pensar en serio en racionalizar el enorme gasto corriente del Gobierno (entre el 70 y el 75% de todos los fondos), lo cual libraría más dinero para más camas, más médicos y más infraestructura sanitaria. Debe proceder, como lo prometió, con la integración o supresión de entidades gubernamentales redundantes, improductivas y sobrecargadas de personal.

Repetir la historia aquella de quitar a los supuestos adversarios para poner a los de su partido, que ya vemos que se muestran irritados y ansiosos sencillamente porque hace tiempo fueron convencidos de que el Estado es un botín, es volver la rueda atrás y alentar la percepción de que el prometido cambio fue un mero ejercicio de buena retórica electoral.

La enfermedad ha llevado luto y dolor a muchas familias, tiene en situación muy difícil el sistema sanitario nacional, derrumbó la economía y sigue colocando en serios aprietos las finanzas públicas. Pocos logran advertir la enorme gravedad de la presente situación.

El Estado no tendrá para seguir subsidiando a los pobres preexistentes y a los que están llegando por decenas de miles. No podrá recurrir indefinidamente al endeudamiento externo por más favorables que resulten las condiciones negociadas. Pero tampoco podrá atascarse y decir no puedo por la merma de sus ingresos.

En una situación de ser o no ser es donde el ingenio y la responsabilidad política, el conocimiento y la experiencia, la eficacia y eficiencia deben jugar su rol estelar. Por ello es que tenemos derecho a saber cómo se repartieron los miles de millones liberados del encaje legal en moneda nacional y en moneda extranjera de las entidades de intermediación financiera. ¡Ni un centavo debe en esta coyuntura dejar de cumplir los fines previstos e informados a la ciudadanía de la manera más efectiva y transparente posible!

Es hora de dar pasos firmes para la normalización de la economía y la vida de la gente, sin que abandonemos el distanciamiento social y los horarios restringidos, estimulando el enorme poder que tiene frente al virus la responsabilidad y disciplina ciudadana.

Esto es cierto, pero el toque de queda hasta las cinco los fines de semana  y hasta las siete los demás días, realmente se torna ya insostenible. Los tapones son inmensos y con ellos el gasto de combustible y la ansiedad. La flexibilización de estos horarios es una demanda nacional. No sucederá nada peor a lo que ocurre actualmente bajo ese regimen en las calles, avenidas y barrios. Además, animaría a la gente a recuperar el terreno perdido con jornadas extendidas de trabajo, bajo el cumplimiento estricto de los protocolos sanitarios, que es lo que debe ser prioridad en esta etapa.