Que coman pasteles...
Virginia Perdomo Cordero

Antes de que estallara la Revolución Francesa de 1789, el pueblo marchó varias veces de París hasta el Palacio de Versalles exigiendo harina y trigo para paliar la hambruna. Cuenta la leyenda que en una ocasión la reina María Antonieta, parada junto a la ventana mirando la multitud, quiso saber por qué reclamaban. Alguien dijo: “No tienen pan para llevarse a la boca”, a lo que ella habría respondido: “Si no tienen pan, que coman pasteles”.

Según los historiadores, es muy posible que la reina no haya pronunciado esas palabras nunca; pero en ese momento el rumor corrió como pólvora, atizando aún más el odio que la llevó a la guillotina. Mas lo que refleja esta frase es el abismo que separa al pueblo del poder político, una frase que calza perfectamente con la realidad dominicana.

En la pirámide de Maslow, la alimentación se encuentra en su base como una necesidad fisiológica. Pero en las actuales campañas del partido de los “comesolos”, los precandidatos presidenciales se han convertido en foodies (aficionados a la comida y la bebida), tomando fotos a lo que comen cuando visitan a los pueblos: Leonel chicharrón y domplines; Reinaldo Pared, yaniqueques. Quieren demostrar de esta manera que aunque se han robado medio país, siguen siendo hijos del pueblo.

Pisotean la dignidad de los más humildes “zumbando” cerdos y salamis desde patanas, y regalando cajas a diestra y siniestra en Navidad. En su narcisismo exacerbado, se creen la encarnación de Dios en la Tierra. Entienden que sus “regalos” son como maná en el desierto y los ciudadanos deben agradecerles en las urnas con el sacrificio de su voto.

En la República Dominicana hay casi cuatro millones de dominicanos que viven en la pobreza, de los cuales alrededor de 700,000 pasan hambre. Con el sueldo mínimo fijado en RD$6,880 y la canasta familiar en RD$27,689.88, no debe ser sorpresa que las controversiales declaraciones de Ligia Bonetti, diciendo que en la República Dominicana “no hay salarios bajos”, sacara tantas ronchas, hasta el punto de ser retada a vivir un mes con el salario mínimo establecido. El personaje José el Económico, que prepara sancochos con RD$50, pudiera darle algunos consejos.

Dice la sabiduría popular que el “mal comío no piensa”, y en República Dominicana 10% de los niños padece de desnutrición. Varios estudios han demostrado que la alimentación es un factor determinante para el aprovechamiento y rendimiento escolar (pueden descargar un estudio de la UNESCO aquí). Si con lo que devengan los padres no pueden asegurar la primera comida del día (tampoco las subsiguientes), nuestros niños dependen del desayuno escolar. Sin embargo, son frecuentes las noticias de menores intoxicados tras ingerir lo que les sirvan en las escuelas, que dicho sea de paso, no debe ser un desayuno completo.

En nuestro país, el robo famélico (cuando se roba sin violencia artículos de primera necesidad, como comida) es más fuertemente sancionado que la corrupción. El sistema judicial parece estar también del lado de nuestros políticos desfalcadores. Con el reciente no ha lugar de Félix Bautista y el anterior de Díaz Rúa, resulta incomprensible cómo se dictan tres meses de prisión preventiva a un hombre por robar ocho chinolas o una medida de coerción contra mujer una por robar una lata de leche, aun si fuera reincidente.

En estas circunstancias, la mayoría de la población tiene todas las de perder, mientras nuestros políticos, como el embajador César Medina, toman champán en un vuelo en primera clase. Hasta que llegue quién les escriba, como el Coronel, nuestros pobres seguirán comiendo mierda.