Hasta el momento en que escribo, según el boletín n.° 8 de la Junta Central Electoral, de los 6 millones 765 mil 245 votantes inscritos en el padrón, había sido computado el 87.07.26% de los sufragios, o sea, 4 millones 110 mil 201 votos, de los cuales el 96.79% de los votos emitidos fue a parar a los dos grandes partidos clientelistas y patrimonialistas, es decir, el 61.70 al candidato Danilo Medina del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y aliados 2.478.023 votos; y, a Luis Abinader del Partido Revolucionario Moderno y aliados (PRM) 1.409.182, para un 35.09%  .

El restante 2.21% se distribuye en los siguientes mini partidos clientelistas y patrimonialistas: Guillermo Moreno, de Alianza País y aliados, 72.667 votos para un 1.81%; Elías Wessin Chávez y su Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano, 17.329 sufragios para un 0.43 %;  Pelegrín Castillo , su Fuerza Nacional Progresista y aliados, 14.087 votos para un 0.35%; Minou Tavárez Mirabal, de Alianza por la Democracia, 13.517 sufragios, para un 0.34%; el Partido Revolucionario Social Demócrata de Hatuey Decamps, 6.738 votos, para un 0.17%; y, finalmente, Soraya Aquino, del Partido de Unidad Nacional, 4.608 sufragios, para un 0.11%.

Danilo Medina

De estos mini partidos, Alianza País y sus aliados fueron los únicos en superar el 1% de los sufragios. De acuerdo con la Ley Electoral n.° 275-97, si un partido que tercia en unos comicios generales y no alcanza el 2% de los sufragios válidos emitidos, «automáticamente pierde el reconocimiento», o personería jurídica, ante la Junta Central Electoral (…) y «deberá solicitar de nuevo su reconocimiento, a menos que obtenga un puesto en las alcaldías o en el Congreso Nacional», afirma Gustavo Olivo Peña en un informe publicado el martes pasado en Acento.com.do

Con respecto a estos mini partidos, ¿puede decirse que Alianza País, de Guillermo Moreno, es un partido clientelista y patrimonialista? Si nos lleváramos de las declaraciones públicas de su presidente, no lo es: ataca abiertamente el robo de los bienes públicos por parte de los presidentes de la República de turno y sus altos funcionarios políticos, quienes los distribuyen entre sus familiares, amigos, conmilitones y relacionados. Un sobrante de ese robo se emplea a escala nacional para repartirlo entre las clases pobres y medias en todas sus capas como forma de lograr lealtad a los políticos, quienes usan la miseria de los demás para reproducirse, si se puede, de  manera vitalicia en el poder a través de todos los mecanismos que para tales efectos prevé Nicolás Maquiavelo y sus discípulos en cada época. La serie televisiva norteamericana Castillo de naipes ilustra perfectamente esta instrumentalización de todas las clases sociales del colectivo político-social y sus sujetos.

Sin embargo, a pesar de que esta ideología anticlientelista y antipatrimonialista pudiera incluir a todos los miembros de esa formación política, el hecho de que en su discurso el presidente Guillermo Moreno contemple la existencia de la nación dominicana plantea un serio problema a nuestro sistema social, ya que los dominicanos carecen de los seis tipos de conciencia que políticos como Américo Lugo (Carta a Horacio Vásquez, en J. J. Julia. Antología de Américo Lugo, t. II, Taller, 1977)); Moscoso Puello en Cartas a Evelina, 1935; Rafael Augusto Sánchez en Al cabo de los cien años. Tentativa de una justificación histórica. SD: De Santo Domingo, 1976; Pedro Andrés Pérez Cabral en La comunidad mulata, 1967; Juan Isidro Jimenes Grullón en La República Dominicana: una ficción, Caracas, 1965; y, Juan Bosch en El partido. Concepción, organización y desarrollo, 1983 y 1988 y en El PLD, un partido nuevo en América, 1989, así como otros pensadores dominicanos argumentan que en nuestro país no existe una nación y que semejante inexistencia es la que produce y reproduce sin cesar el clientelismo y el patrimonialismo.

«La falta de cultura política del pueblo dominicano, dice Lugo, le ha impedido hasta hoy transformarse en nación. Si no hay conciencia política, tampoco existe conciencia nacional ». Ambas presuponen  que ese pueblo tiene conciencia de su comunidad y de su unidad personal, pero en el caso de nuestro país, los dominicanos ni siquiera tienen conciencia de ser individuos, y menos de ser sujetos ( D. Céspedes. El sujeto dominicano, 2011, Ed. UASD y El futuro Estado nacional dominicano, Ed. UASD, 2012), y Juan Bosch, en varios de sus textos sobre las clases sociales dominicanas insiste en su “escaso desarrollo”, para concluir que los dominicanos no tienen “conciencia de clase” (Composición social dominicana, 1970; Clases sociales en la República Dominicana, 1982; La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana, 1980; y, Capitalismo tardío en la República Dominicana, 1984).    ―  ª  º  « »

Y Lugo remachaba que por lo menos había que tener las tres primeras conciencias, para poder crear la nación: «Nos falta despertar en el pueblo la conciencia de la unidad, unificar su voluntad para hacerla pública y personificar en el Estado esa conciencia y esa voluntad. El hombre de Estado que consiga eso habrá creado la nación»,  decía en la carta del 20 de enero de 1916 a Horacio Vásquez, justamente hace ya un siglo, y a casi once meses del segundo naufragio de la república con la segunda ocupación militar yanqui de 1916-24. El primer naufragio sucedió con la Anexión a España en marzo de 1861.Y cuando a un país  lo ocupa militarmente una potencia extranjera, es porque este no es un Estado nacional verdadero y es, según Lugo, «…un cadáver y todo pueblo una porción de humanidad fatalmente destinada a caer en el seno de un Estado verdadero», como caímos en 1822 ante Boyer, en 1861 ante España y en 1916 y 1965 ante los Estados Unidos.

Los ocho partidos, los dirigentes y los militantes que acaban de participar en las elecciones del pasado 15 de mayo de 2016 creen a pie juntillas que nuestro pueblo es una nación, y esa creencia, falsa como todas las creencias, es la que nos lleva por el camino del despeñadero cada cuatro años, pues estamos obligados a repetir el círculo vicioso del clientelismo y el patrimonialismo, la única cultura política que hemos conocido desde 1844 hasta hoy, tal como lo afirma Lugo en la carta ya citada: «Hemos sido siempre un pueblo dirigido por el despotismo; jamás una nación gobernada por un Estado. No hay Estado posible donde el pueblo no haya adquirido la conciencia de su comunidad nacional, es decir, de su unidad personal. Solo elevándose a esa conciencia se convierte en nación y, entonces como ocurrió, por ejemplo, en los Estados Unidos de América, el Estado que organiza es un verdadero Estado.»

Guillermo Moreno

¿Sabrá algún estudiante dominicano de primaria, de secundaria y de la universidad; o sabrá el 99% de los dominicanos lo que fue la matrícula de Segovia? Salvo escasas personas del pueblo quizá lo sepan, si exceptuamos a los miembros de la Academia Dominicana de la Historia y a algunos profesores y maestros de la asignatura de historia dominicana en la enseñanza media y secundaria o superior recuerden lo que fue la matrícula de Segovia.

Pero sí estoy seguro de que recuerdan la ley aprobada por el Congreso y promulgada por el Poder Ejecutivo según la cual ningún dominicano pierde su nacionalidad por adquirir una segunda nacionalidad de una potencia extranjera. Este es el punto álgido, dramático, de nuestra falta de cultura política, de conciencia nacional y de conciencia de unidad personal.

Los dominicanos de mitad del siglo XIX, 1856, creyeron que habían construido una nación en 1844, pero la matrícula de Segovia les sacó de esa creencia ingenua cuando acudieron en masa a inscribirse en el Consulado de España como ciudadanos de aquella nación debido al pánico causado por el despotismo de Santana, acusado de intentar convertir el país en un protectorado de los Estados Unidos.

Pedro Santana fue obligado a renunciar a causa del colapso económico del país. Dejó a su vicepresidente, general Manuel de Regla Mota, en la Presidencia. Como la crisis económica era tan fuerte, Mota tuvo que renunciar y entonces el cónsul Antonio María Segovia impuso en la primera magistratura del Estado al favorito de España, Buenaventura Báez, pero este arruinó el país, quebró a los tabaqueros del Cibao, hundió la moneda y fue sacado del poder por la revolución de 1857. Santana le dio un golpe de Estado al gobierno provisional que sustituyó a Báez, abolió la Constitución de Moca y volvió al mando el 27 julio de 1858 para anexar el país a España en marzo de 1861.

Ese mismo año se inició la lucha contra  la Anexión y cuando esta terminó en 1865 con la incorporación de una parte significativa del pueblo, nuestros compatriotas se echaron en brazos de otro despotismo más mortífero: el de Buenaventura Báez, en 1866 y, dos años después, este le calzaría una dictadura sangrienta que duró seis años y cuyos personajes principales fueron Baúl y Solito, dos asesinos políticos en serie. Lo que significa que la Restauración no fue suficiente y sus jóvenes héroes no pudieron crear un Estado nacional, según las razones de Rafael Augusto Sánchez contenidas en su obra ya citada.

Como tampoco fue suficiente la lucha contra la ocupación militar yanqui de 1916-24, pues al cabo de ocho años de invasión, volvimos a las mismas andadas de los caudillos y caciques bolos y coludos y, al final, a la sangrienta dictadura de Trujillo impuesta por la dictadura comisarial yanqui, la que, caso curioso, aunque bastante más larga, usó los métodos criminales de Báez, Lilís, Cáceres y los yanquis. El gobierno despótico de Balaguer, cosechador de los frutos de la segunda intervención militar norteamericana a nuestro país, implementó la razón política de los cuatro regímenes totalitarios.

El clientelismo y el patrimonialismo es el obstáculo principal a la creación de un Estado nacional verdadero en nuestro país, debido a los seis tipos de falta de conciencia ya señalados, pero la creencia en la existencia de la nación es “el gran negocio” de los políticos dominicanos que  viven en su imaginario en una nación idéntica a de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, España, Suiza, por poner unos pocos ejemplos.

Y en virtud de esa ley de la doble nacionalidad, ¿creerían ustedes que un ciudadano de esos países europeos y de los Estados Unidos que acabo de mencionar en el párrafo anterior podría ser nombrados Embajador en el extranjero si posee otra nacionalidad diferente a la de su país de origen, aunque se haya naturalizado en un país que permite tener doble nacionalidad? ¡Ni pensarlo! Esos países a los que me he referido construyeron su respectivo Estado nacional en el los siglos XVIII y XIX y los sujetos que crearon aquellas naciones tenían una cultura política, una conciencia nacional  y una conciencia de pertenecer a una unidad personal que les conferían una verdadera identidad política.

Luis Abinader

Pero en nuestro Estado clientelista y patrimonialista se han dado casos de ciudadanos dominicanos que han adquirido la nacionalidad de algunas de esas potencias extranjeras y, sin embargo, el Gobierno dominicana les ha nombrado Embajadores y Cónsules en aquellas naciones y estas les han aceptado. Pero entonces, ¿a cuál país sirven?

Si el Embajador de los Estados Unidos en el país, Wally Brewster, publicara un anuncio en los periódicos, en la radio, la televisión y en las redes sociales con la noticia de que el gobierno de su país dará visa de residencia a los jóvenes dominicanos que tengan entre 18 y 30 años; y que dará también visa de trabajo a los adultos que tengan de 31 a 50 años, el país se quedaría vacío al día siguiente y Danilo Medina gobernaría un país formado por una fuerza de trabajo de envejecientes.

Esa sería una segunda matrícula de Segovia y quienes se inscribieran masivamente en ella, carecerían de identidad  nacional, puesto que carecerían de conciencia política, conciencia nacional y falta de conciencia de pertenecer a una unidad personal, sin las que no puede existir una nación gobernada por un Estado verdadero. Y aunque esta conjetura es casi ciencia ficción, no es tan inverosímil que no pueda ser creída.

Es tarea de titanes la que aguarda a los dominicanos de hoy que tienen el reto de transformar en una nación gobernada por un Estado nacional verdadero de aquí al año 2500, plazo razonable si se calcula que en 172 años de independencia el pueblo dominicano no ha podido transformarse en nación. Entonces, 484 años no es más que un pestañar de ojos si se considera que la isla Española fue descubierta por Colón hace justamente 521 años y parece que fue ayer.

¿’Cuántas generaciones habrán pasado de 2016 a 2500 y cuántas han pasado de 1844 hasta hoy? Un genealogista nos la diría. Y un sicogenealogista nos diría cuál es el fantasma que nos impide repetidamente constituir un Estado nacional poderoso material y culturalmente en el Caribe y América Latina. Histórica y políticamente ya Lugo nos lo dijo y los demás se han encargado, con su terminología a cuestas, de explicar las causas por las cuales nuestro país es una “ficción”, como lo afirmó Jimenes Grullón en su libro citado supra; “una arritmia histórica”, “un paisaje”, “un país, pero nación jamás” (Narcisazo, el padre del patricio Sánchez, en R. Lugo Lovatón, Sánchez, t. I y II, Montalvo, 1947 y 1948), “un país sin conciencia de clase”, según Bosch;  y, para el etnocentrismo, “un país subdesarrollado”.

Sin la creación de un Estado nacional no hay redistribución de las riquezas que producimos ni reconocimiento de los sujetos como sujetos de derecho, puesto que el clientelismo y el patrimonialismo son la serpiente escupidora que nos lanza a los ojos el veneno que seda, adormece y mata a esta porción de humanidad gobernada por el despotismo, la sumisión, la abyección, la compra de votos y de conciencia, la corrupción, las violaciones a la Constitución y las leyes y no hay sanción para nadie y a causa de esa falta de conciencia de clase todos queremos ser oligarcas, robarnos el erario y no volver a trabajar nunca jamás, ahítos de placeres y privilegios.

Pero como Gobierno y Oposición son clientelistas y patrimonialistas, en cada elección general, en materia de fraudes, ellos terminan por entenderse y por más que pataleen y griten fraude, buche y pluma no más; son tretas para justificar ante sus votantes, la derrota. Como se entendieron cuando Hipólito Mejía quiso reelegirse, “ganó” 29 senadurías, compró una poción de diputados del PLD, modificó la Constitución a base de papeletas y perdió. El PLD aprendió la lección y ahora le dio a beber al PRD y sus otros adversarios la misma medicina. ¡Entre clientelistas y patrimonialistas te veas!

Danilo Medina, jefe de campaña de Leonel Fernández en 2004 compró a base de papeletas a la mayoría de los 105 síndicos del PRD para imponer a Amable Aristy Castro en la Liga Municipal Dominicana (¿recuerdan el “entren to, coño” de Ramón Alburquerque?); y, de igual manera, compró a varios diputados de la oposición, entre ellos a Héctor Peguero Méndez y, aunque el PRD tenía mayoría simple, le impuso como presidente de la Cámara de Diputados a fin de controlar ese poder legislativo y gobernar sin oposición entre 2004 y 2008.

Pero cuando en 2007 Danilo Medina le recordó a Leonel Fernández que él se había comprometido a apoyarle en las elecciones de 2008 (según los bien informados, eso ocurrió cuando Leonel ganó en 2004 y Danilo le llevó unos sándwiches de cena mientras esperan los resultados de la contienda electoral). Pero cuando Medina se lanzó como candidato, Leonel le aplastó como Francis y Claire Underwood aplastan a sus adversarios en Castillo de naipes (House of cards). “El Estado me derrotó”, fue la expresión de Medina al perder la Convención. Y de ahí surgió la guerra a muerte entre los dos personajes clientelistas y patrimonialistas.

Los perspicaces que vieron por televisión el match entre Medina y Leonel saben que eso no fue más que el comienzo de lo que le sucederá a esa fracción política a partir del 16 de agosto de este año cuando el presidente electo este 15 de mayo se juramente y comience a desmantelar el grupo Leonel al apoderarse del Consejo de la Magistratura,  las altas cortes, la Corte Suprema de Justicia, la Cámara de Cuentas, la Junta Central Electoral, la Liga Municipal Dominicana, la presidencia del partido y cuantas instancias  de poder haya en la sociedad dominicana, entre las cuales está la más sensitiva de todas: los medios de comunicación social.

Leonel Fernández

Y, a Leonel, Margarita y sus secuaces que se despidan de este mundo político en 2020, pues entonces serán política y económicamente más poderosas las voces reeleccionistas de los recaudadores financieros del gobierno y los teóricos políticos y culturales del danilato.

La decapitación del caciquismo de Amable Aristy Castro en Higüey por Danilo Medina por interpósito BIS y aliados del PLD se pinta de una dificultad extrema, pero no imposible si los oficialistas  sacan todas las estrategias fraudulentas y la coacción de los organismos castrenses  de seguridad del Estado. Sería para Danilo hacer lo que ningún político criollo ha hecho hasta hoy. Sería uno de los grandes fastos de la historia del clientelismo dominicano. Sería un augurio maléfico para advenedizos, trepadores y arribistas que no le tienen lealtad a nada ni a nadie. Las cifras del boletín número 7 de la Junta Central Electoral en el nivel municipal no parecen confirmar el desguasamiento del hombre que da gasolina gratis a todo el mundo en Higüey y regala hasta diez mil pesos por cabeza a quien quiera votar por su minúsculo y subastado Partido Liberal la Estructura y por Karina Aristy para alcaldesa. (El miércoles pasado el PLD tenía 15.295 votos para un 35.14%; el BIS de Peña Guaba 14.510 votos para un 33.34% y el PRSC y aliados 7.423 votos para un 17.05%. Al parecer, el conteo electoral se detuvo como se detenía el tiempo en Macondo). Pero, como dijo el poeta Tomás Hernández Franco en su poema “Yelidá”, será muy difícil algún día hacerle coca a Amable Aristy Castro.

Sin embargo, el oficialismo podría sacar su última carta debajo de la manga a través del control que ejerce sobre la Junta Central Electoral y las demás juntas municipales en ausencia de las actas de los colegios electorales del municipio de Higüey que, al igual que en el resto del país, no fueron levantadas porque los presidentes y secretarios de las mesas electorales recibieron instrucciones de no emitir tales actas y los partidos de oposición confiaron 100% en las palabras del activista peledeísta Roberto Rosario y ahora solo les queda el pataleo. No hay actas, solamente los documentos del conteo electrónico adulterados informáticamente, tal como el Centro de Cómputos de la JCE controlado por Joaquín Balaguer le hizo el fraude a Juan Bosch en 1990, documentado por Leonel Fernández en su libro Raíces de un poder usurpado. Santo Domingo: Alfa y Omega, 1991; y, a Peña Gómez en 1994, documentado por el libro de Juan Bolívar Díaz titulado Trauma electoral. Santo Domingo: MOGRAF, 1996. Pero la oposición en este país nunca aprende. No tiene memoria y por eso no traza planes A, B, C o D frente a estos fraudes cometidos en su propia nariz. Con el diagnóstico de Andrés Pastrana basta.

Pero el posible y difícil desmantelamiento de este caciquismo no es idéntico al desmantelamiento de los príncipes medievales por parte de los creadores de la unidad nacional burguesa que precedió en Europa a la creación de los Estados nacionales con Cromwell en Inglaterra; la Revolución francesa con Robespierre, Danton, Mirabeau y Napoleón; Bismarck en Alemania y Garibaldi en Italia o los Estados Unidos de América con Jorge Washington en 1776. Es todo lo contrario.

Cuando publiqué mi artículo en Areíto y Acento.com.do el sábado 26 de marzo de 2016 donde dije que el 99.99% del pueblo dominicano votaba en todas las elecciones generales por los partidos clientelistas y patrimonialistas, mi amigo Juan Bolívar Díaz me llamó para decirme que le subiera algo. En esos boletines de la Junta Central Electoral están los resultados de mi aserto, con fraude electrónico, irregulares, compra de cédulas, bono luz, bono gas y todas las prácticas clientelitas y patrimonialistas que ningún partido opositor tiene poder de detener.

Yo tengo mi conciencia tranquila porque no he votado desde el año 2000  por partidos clientelistas y patrimonialistas. En estas elecciones de 2016 voté simbólicamente por el Movimiento Ciberespacial Dominicano Anticlientelista y Antipatrimonialista, cuyos principios éticos y políticos expuse en una serie de artículos publicados este  año en Areíto y Acento.com.do y están a disposición de quien me los solicite al correo electrónico que figura en ambos medios de prensa, hasta tanto no estén colgados online.

Quienes aspiren a pertenecer a este partido del ritmo, y no al partido del signo al que pertenecen todas las organizaciones políticas que acaban de terciar en los comicios generales de 2016, deberán pasar un examen teórico sobre la bases ideológicas del Movimiento Ciberespacial y, luego un examen práctico, radicalmente inseparable del teórico. Nuestra organización es como la ley del tránsito, que posee tres colores, el verde para dar paso, el amarillo para aminorar la marcha ante la inminencia del cambio de luz que anuncia el rojo de pare.