SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El periodista y escritor Miguel Guerrero dijo que las entregas que el hizo Leonel Fernández, de canastas navideñas a personas miserables es una práctica viciosa que denigra a los pobres y se convierte en “una despreciable acción politiquera, reñida con la idea del estadista que se le presume”.

En una carta dirigida a Acento, Miguel Guerrero se refiere a las imágenes fotográficas reproducidas por Acento, autoría de la editora fotográfica de este medio, Carmen Suárez, con la entrega de cajas navideñas por parte del ex presidente de la República, doctor Leonel Fernández.

A continuación la carta de Miguel Guerrero:

24 de diciembre de 2015.

Señor:

Licenciado Fausto Rosario Adames, director de Acento.

Distinguido y admirado amigo:

En estos días de profunda reflexión, se puede entender perfectamente que en un país con los niveles de pobreza e indigencia como el nuestro, los gobiernos dediquen cada cierto tiempo recursos públicos, en especial durante la Navidad, para aliviar por uno o dos días las necesidades de aquellos que cargan la desventura de haber nacido. Y es bueno que lo hagan. Pero cuando un político empeñado en llegar a la presidencia lo hace y pone su foto en la caja, como para recordarle a la gente el favor que se le debe, el gesto se vuelve odioso y pierde toda la esencia de generosidad  y solidaridad que pueda tener  la iniciativa.

Leonel Fernández personalmente entregando las cajas de navidad

Admito que desde mi cómoda posición es fácil oponerse a este tipo de acción política y que probablemente si estuviera en el  penoso lugar de aquellos que hacen largas filas por horas, exponiéndose al sol, la lluvia y el polvo, tal vez estaría dispuesto a besar la mano de mis benefactores. Pero aún esa práctica viciosa de nuestra tradición política puede hacerse sin denigrar la pobreza y a quienes se benefician de ella, porque la labor social, la verdadera, no demanda pago alguno.

Los políticos, con muy pocas excepciones, han hecho en este país  de la caridad pública un recurso para ganar adeptos y lealtades. El maestro de esa abominable práctica es el expresidente Leonel Fernández, en cuya presidencia tuvimos el horroroso privilegio de ver las más lamentables escenas de multitudes hambrientas peleándose por fundas con pequeñas raciones de alimentos y él mismo entregándolas, en una despreciable acción politiquera, reñida con la idea del estadista que se le presume. Ni su pasado de estrechez, que lejos de reducirlo lo eleva en su éxito profesional y político, le ha sensibilizado lo suficiente para entender la dignidad y el respeto que la pobreza merece.

Su  más reciente reparto de cajas con su foto esta Navidad les pegó con extrema dureza en la cara a los beneficiarios su pobreza.  Ni el pretexto de que ese contacto directo con las masas le devuelve el sosiego  que sus últimos reveses políticos le arrebataron, reivindican esa práctica. Me refiero a él particularmente, sin mencionar por sus nombres a los demás, por su nivel como líder político por encima sin duda de muchos de sus adversarios, y porque, además, el señor Fernández aún aspira a retornar al cargo que ejerció por tres mandatos y esa posibilidad sería fatal, ya que congelaría la dinámica social y política que el país requiere para acelerar su paso hacia el futuro.

En esta Navidad y para el año electoral que en pocos días se abalanzará sobre nosotros, mi exhortación como ciudadano y elector es que respetemos, ¡por Dios!, a aquellos que en nuestro país nacen sólo para morir. Y dejemos a un lado la caridad pública con ganancia política, porque la solidaridad no es un boleto de lotería, y la caridad como se la practica en la política dominicana contribuye únicamente a perpetuar la pobreza, prostituyendo el sentido de humanidad que debe primar en toda acción a favor de los más vulnerables.

Si la gente que aspira a gobernarnos cree realmente en el derecho a la redención, debería comenzar trabajando para elevar la dignidad de quienes al despertar cada día, sólo ven en el sol de las mañanas la visión de su desventura.

¡Feliz Navidad ¡

Afectuosamente,

Miguel Guerrero