Una vieja leyenda oriental cuenta que una tarde el Buda, junto a varios discípulos, se sentó a meditar debajo de un frondoso árbol.
Navegaba el maestro en las profundidades de su ser cuando un hombre que caminaba por el lugar lo alcanzó a ver.
Se trataba de alguien que, por alguna razón, odiaba al Buda y rechazaba su filosofía. De inmediato se le acercó y comenzó a vociferarle maledicencias, insultos y provocaciones.
Largo rato permaneció el individuo con sus imprecaciones, hasta que, al percatarse de que Buda no respondió a sus ataques, se marchó rabiando y haciendo uno y mil gestos con sus brazos.
Uno de los discípulos, que había observado con detenimiento la actitud de Buda, le preguntó el porqué no había repelido la agresión gratuita e injusta de aquel osado desconocido.
Entonces el Buda dijo a su discípulo:
-Si te regalo un caballo, pero tú no lo aceptas o no lo recibes, ¿de quién es el caballo?
-Maestro, el caballo seguirá siendo tuyo- respondió el neófito.
-Es la respuesta sabia. Porque sólo las cosas que aceptamos se convierten en nuestras y forman parte de nosotros, unas para bien, otras para mal. Si le recibo a ese hombre su ofrenda de odio, lamentablemente habría tenido que guardarla en mi corazón. Como no le recibí su regalo, seguirá dentro de su alma, haciéndolo rabioso, desesperado e infeliz- dijo el Buda.