SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Vio la luz a principios del 2013, y su puesta en circulación representó un acontecimiento para el ejercicio periodístico: Las memorias de Rafael Molina Morillo, bautizadas humildemente como “Mis recuerdos imborrables”. Un texto muy parecido al personaje que lo cuenta: humilde, sincero, ecuánime, sin mayores ínfulas, aunque decididamente apegado a la verdad, a la suya, como autor y actor.
Aunque resulta un libro memorístico, dedicado a contar el paso del autor por la profesión periodística, con sus altibajos, resulta inevitable que el libro aborde y cuente la versión del doctor Molina Morillo sobre casos emblemáticos para los profesionales del periodismo y para la nación dominicana:
El surgimiento del diario El Caribe, el control mediático de la dictadura de Trujillo, el papel de Anselmo Paulino como censor de los diarios en la dictadura, el mundo diplomático durante el trujillismo, y cómo algunas embajadas fueron parte de la oposición, los roles de los periodistas Rafael Herrera y Germán Emilio Ornes en los años 60, el surgimiento y muerte de la revista Ahora, de El Nacional de Ahora, el asesinato de Orlando Martínez, la compra de los primeros medios de comunicación por parte de Pepín Corripio, la dirección de Molina en Listín Diario, y su renuncia, sus relaciones con Juan Bosch, Antonio Guzmán, Joaquín Balaguer, Jacobo Majluta, Hipólito Mejía y Leonel Fernández, y por supuesto su paso por la presidencia de la Sociedad Interamericana de Prensa.
“Mis recuerdos imborrables” es un libro sincero, he comentado antes, porque cuenta los hechos como el autor los vivió, con franqueza y sin rencor, vergüenza o arrepentimiento.
El libro se inicia con una anécdota sobre la forma mentirosa de manejar las informaciones en la dictadura de Trujillo. En la visita de Trujillo a España en 1954, a invitación del dictador Francisco Franco, Molina se encontraba en Madrid donde había terminado un curso de periodismo y se disponía a regresar al país, pero Germán Emilio Ornes le solicitó que se quedara para reportar la visita oficial del “genelarísimo” Trujillo al “generalísimo” Franco.
La recepción popular en La Gran Vía a Trujillo fue masiva, y Molina escribió una nota diciendo que el número de personas que le había recibido era de 50 mil. El censor, Anselmo Paulino, que debía leer previamente sus notas antes de enviarlas a El Caribe, por indicación de Germán Emilio Ornes, cuestionó el número que daba la noticia. “Póngale 50 mil más”, le ordenó y Molina Morillo envió su nota con el dato de que 100 mil personas habían recibido a Trujillo. Cuando el diario publicó la información tituló que eran 600 mil las personas que habían dado el recibimiento. A su regreso Molina le preguntó de dónde aparecieron 500 mil personas más, y Ornes le respondió que fue un invento suyo para protegerlo de los celos del dictador y su entorno.
Ese periodismo es que retrata Molina Morillo en sus memorias. Y cuenta el regalo que le hizo el dictador, por sus informaciones, de 10 mil pesos, más una designación en el Palacio Nacional, y luego las funciones consulares que tuvo en México y Panamá.
Molina Morillo, que fue fundador del diario El Caribe, propiedad de Trujillo, cuenta los inicios de esa empresa y la forma en que, siendo un adolescente, fue convidado a formar parte del equipo, como redactor de textos de farándula. En la edición primera del diario, el 14 de abril de 1948, fue quien redactó la nota principal, sobre los inicios de los trabajos del Faro a Colón, encabezados por Monseñor Ricardo Pitini, arzobispo de Santo Domingo.
“Mis recuerdos imborrables” relata con detalles la trayectoria diplomática del autor, así como su paso por la Unión Cívica Nacional, como movimiento no partidista, y su renuncia al convertirse en partido político, así como sus relaciones personales y políticas con Antonio Guzmán y con Jacobo Majluta. No incluye en su lista de amigos al doctor José Francisco Peña Gómez, pero cuenta su especial relación a distancia con Joaquín Balaguer.
Unos cuantos acontecimientos tienen especial relevancia en estas memorias:
1) La creación y desarrollo de la revista ¡Ahora!, mientras trabajaba en El Caribe, y la conversión de ese medio en una institucional nacional de enorme impacto político, así como la bomba que fue colocada por sectores nacionales y extranjeros que hizo explotar la edificación, el 5 de octubre de 1965, y que causó tanta indignación que motivó el relanzamiento de la revista y la fundación del diario El Nacional de Ahora, el 11 de septiembre de 1966.
2) La huelga de los periodistas del vespertino El Nacional de Ahora, en enero de 1973, encabezados por Víctor Grimaldi y Silvio Herasme Peña, por una polémica de Grimaldi con Listín Diario en relación a unas tierras en Nisibón, Higuey. No hubo forma de entenderse con los periodistas, quienes ocuparon el parqueo del periódico y comenzaron a imprimir lo que llamaron El Nacional en Lucha, para posteriormente convertirse en el vespertino La Noticia.
3) El asesinato del periodista Orlando Martínez, el 17 de marzo de 1975. Fue Mario Emilio Pérez quien se lo presentó a Molina Morillo, y éste de inmediato lo designójefe de redacción de la revista ¡Ahora!. Es una parte dramática de las memorias, y Molina confiesa que “no fue hasta después de su muerte que yo supe que Orlando era una importante pieza del Partido Comunista Dominicano”. Reconoce el impacto negativo de la información, para él, pero también admite que Orlando no utilizó sus funciones para procurar ventajas políticas. Aparte de los implicados legalmente en el crimen, responsabiliza a los jefes militares del momento y en particular al jefe de la Fuerza Aérea, general Salvador Lluberes Montás.
4) La entrada de Pepín Corripio a los medios de comunicación. Fue Molina quien le propuso a Corripio comprar la mayoría de las acciones de Publicaciones Ahora, CxA, porque le resultaba imposible sostener la empresa, peso a los éxitos de la revista y El Nacional. El 4 de mayo de 1979 se firmó el acuerdo “por un justo precio”, pero no brinda el monto. Pepín le advirtió que cuidara el dinero, que era mucho, y que luego decidiera qué hacer. Perdió todo el dinero en proyectos rarisimos, y volvió a ser pobre y a emplearse en los medios de comunicación, incluyendo ser empleado del propio Pepín Corripio.
5) Pasó por el mundo diplomático en el gobierno de Antonio Guzmán. Fue embajador en la ONU, en Nueva York, luego embajador en Washington, y con Guzmán inauguró el Discado Directo a Distancia (DDD), en una llamada directa, por primera vez, entre Santo Domingo y Washington.
6) Retornó al periodismo, empobrecido, como responsable del Departamento de Revistas de Listín Diario, y allí creció nuevamente como emprendedor de ideas y proyectos, que al final lo convirtieron el director del diario, al fallecer Rafael Herrera y jubilarse con honores Francisco Comarazamy. Eduardo Pellerano, el heredero de Tuturo Pellerano, fue “tan torpe que posteriormente lo echó todo por la borda, incluyendo la propiedad del diario”. Le acusa de no haber escogido la mejor gente para tenerla a su lado, “sino que prefirió rodearse de oportunistas y aduladores que lo llevaron a la irremisible pérdida del diario más importante e influyente del país”.
7) En este punto, el doctor Molina revela nombres y da detalles de la forma indigna en que tuvo que renunciar de la dirección de Listín Diario. Cuenta el libro lo siguiente: “Yo quería mantener a Listín como un faro de orientación equilibrada para la ciudadanía, sobre todo en materia política, pero notaba que Eduardo Pellerano andaba en pasos raros para poner a Listín al servicio de una corriente política, de manera cada vez más evidente, para lo cual contaba con la labor de zapa que, en el ámbito de la Redacción, realizaban el subdirector Mozar Deláncer (a quien yo había llevado a esa posición) y del asistente Pedro Caro. Estos dos personajes se ocupaban de cambiar, en horas de la noche, las noticias que yo había aprobado durante el día”.
8) La historia se extiende: “Llegó el día en que no se podía resistir más la desconsideración de parte de Eduardo Pellerano”, cuenta Molina. “El periódico se entregó total y descaradamente a apoyar las aspiraciones presidenciales del político peledeísta Danilo Medina Sánchez, presumiblemente a cambio de futuras concesiones y contratos que finalmente nunca se materializaron porque Danilo no ganó las elecciones”. Renunció con una extensa carta que se publica en el libro, en la que relata la lista de atropellos y desatinos a los que se vio sometido y que lo forzaron a la renuncia.
“Mis recuerdos imborrables” es un libro sincero, descarnado, profundo, que retrata de cuerpo entero a la sociedad dominicana, y en particular al periodismo dominicano.
Rafael Molina Morillo, al publicar estos recuerdos, reitera su firme vocación de luchador por la libertad de expresión y de profesional y maestro del ejercicio de la comunicación social.