En el 2020 la salud y la educación, aunque contando con un mayor número de escuelas y hospitales, seguirán sufriendo de casi todos los males que hoy padecen, especialmente por la baja calidad del servicio. La seguridad social se regirá por una nueva ley pero sin alcanzar sus principales objetivos, siendo uno de ellos la descentralización y autogestión de los servicios hospitalarios. La atención primaria estará en funcionamiento pero con una pobre cobertura y limitada a un número reducido de municipios. La cantidad de analfabetos se reducirá a la mitad y en menor escala lo hará la mortalidad materno-infantil, aunque aumentaran los fallecimientos por las enfermedades infectocontagiosas.

Los ministerios de salud y educación seguirán siendo entes infuncionales, con personal excesivo, carentes de planes y estrategias, una burocracia asfixiante y centralizando todas las decisiones en los despachos de los jefes. En fin, seguiremos entre los países peor calificados en materia de salud y educación.

El turismo habrá crecido y el país estará recibiendo entre 5.5 y 6 millones de turistas al año, donde Puerto Plata y otros polos de la zona norte tendrán un importante repunte. Para ese entonces se habrán multiplicado los hoteles de lujo que no aplican el todo incluido. Los problemas ambientales en las zonas de mayor densidad hotelera se habrán incrementado, principalmente agua y saneamiento, lo que afectará el turismo de masa. Mientras tanto, seguirán los procesos legales contra los que se apropiaron de una parte de Bahía de las Águilas y su desarrollo como polo turístico continuara estancado.

El número de industrias se reducirá sustancialmente, concentrándose en unas pocas grandes empresa que pueden ser competitivas. Las importaciones sustituirán a muchos productos que hoy se fabrican localmente. Se seguirá hablando de la competitividad igual como se hace hoy pero sin mayores resultados, por lo que seguiremos desaprovechando las ventajas de los acuerdos comerciales suscritos por el país. Para el 2020, con el DR-CAFTA, casi todos los bienes y servicios contemplados en dicho acuerdo entraran sin pagar arancel aunque muchos de nuestros productos también recibirán ese beneficio, siempre que fuéramos competitivos.

Las Mypimes continuaran en lo mismo, huyéndole a la formalidad para evitar el pago de impuestos. Eso las aleja del crédito formal y las obliga multiplicarse en número y a operar en pequeña escala y en efectivo para atender la gran demanda de una población marginal que seguirá creciendo. Eso incluye a los profesionales independientes.

Los niveles de pobreza y desempleo apenas mejoraran pero por debajo del crecimiento poblacional, ubicando al país entre los de peor desempeño en esta materia, tal como se encuentra hoy. Para compensar el creciente número de pobres y desempleados, los programas sociales del gobierno, con un enfoque asistencialista y básicamente proselitistas, seguirán en aumento con recursos que habrá que buscar cada dos años aumentando los impuestos. Se mantendrá el 29% al ISR, con una posible reducción al 25% en el 2015, pero con nuevas penalizaciones tributarias al sector financiero y aumento en el selectivo al consumo que afectará a las pocas empresas que sobreviven y que financian al fisco. Eso incluye también el ITBIs, que alcanzará un 22%, con unos 5 productos esenciales pagando solo un 11%. La exenciones habrán desaparecidos totalmente.

La agricultura seguirá debatiéndose entre el fomentalismo y la miseria, con algunos bolsones de modernidad, como los invernaderos y algunas siembras comerciales de bienes exportables que son rentables. Pero el grueso de los agricultores continuará con sus tradicionales conucos, la siembra de tumba y quema o sembrando arroz y frijoles con baja productividad para hacer más rico a los intermediarios y molineros. Los servicios de tecnología, capacitación, extensión y sanidad agropecuaria continuaran degradándose y el crédito agrícola se contraerá por la descapitalización del Bagricola, mientras la burocracia estatal, conformada por un ministerio infuncional de 14 mil empleados y 16 instituciones satélites que pululan en los campos, se comerá el grueso del presupuesto asignado a este sector. La ganadería de leche estará en total bancarrota con poca gente en el negocio, por lo que casi toda la leche será importada.

Para el 2020, más de la mitad de las tierras agrícolas con potencial productivo estarán abandonadas por la migración campo ciudad. En tal caso, el gran Santo Domingo habrá alcanzado una población de 5.5 millones de habitantes, con un sur mas despoblado y un cibao centrado en la economía de Santiago.

Las zonas francas tendrán un repunte y habrán recuperado su nivel antes de la crisis, cuando llegaron a registrar más de 200 mil empleos. Los jóvenes del campo terminaran trabajando en este sector. China irá perdiendo competitividad en la medida en que su economía se liberalice y el salario crezca. Lo mismo ocurrirá en otros países asiáticos.

La delincuencia seguirá por sus fueros y el número de asesinatos, asaltos y robos en los hogares será mucho mayor que el actual. La Policía Nacional tendrá más agentes en las calles pero con salarios de hambre, lo que les facilitará a los delincuentes disfrutar de mayor impunidad y protección. Eso no se equivoca.

El sector eléctrico habrá cambiado mucho su matriz de generación y el acuerdo de Madrid será cosa del pasado. El Estado volverá a aumentar su participan en la generación de energía y las perdidas por transmisión, robo, y mala administración, aumentaran exponencialmente los costos del servicio eléctrico, requiriéndose mucho más dinero para subsidiar la tarifa. En otras palabras, todo será peor que ahora aunque con un parque energético más grande y moderno. Aquí, sin privatización, jamás saldremos de una crisis que ya lleva 50 años.

Para el 2020, varios países del mundo habrán liberalizado el consumo de drogas con ciertas restricciones. El precio de los estupefacientes bajará en los mercados y las ganancias de los productores se reducirán. Esto podría afectar a la Republica Dominicana al reducir sus ingresos por el tráfico de drogas y lavado de activos.

La construcción perderá dinamismo por varios años aunque a partir del 2015 pueda repuntar, llenando los solares aun vacios del casco urbano con nuevas torres de apartamentos para familias de altos ingresos. Pero donde más crecerá el sector construcción es en las viviendas de bajo costo expandiéndose hacia Santo Domingo Norte y Santo Domingo Este, donde los terrenos son más baratos. La capital casi se unirá gradualmente a la zona de Guayacanes y Juan Dolio, cuando construyan una vía rápida entre el peaje de la Caleta y Boca Chica, convirtiendo estos dos municipios playeros en ciudades satélites de la capital para satisfacer la demanda habitacional de una clase media y media alta que buscará alejarse del casco urbano y respirar aire puro a menos de 35 minutos de distancia.

Para el 2020 Republica Dominicana afianzará su economía de servicios dependiendo mucho más que ahora del turismo, las remesas y las zonas francas. La deuda pública rondara el 60% del PIB aunque el déficit fiscal se estabilizará en alrededor de un 2% del PIB. La crisis financiera será cosa del pasado y las economías de Europa y Estados Unidos estarán en su mejor momento, aumentando las remesas de los dominicanos ausentes. El oro se cotizará muy por debajo de los US$1,600 la onza.

No hay que ser mago, brujo, hechicero o experto pronosticador para hacer estas predicciones. Basta mirar 20 años atrás y es suficiente.

Las preguntas del millón son ¿cuándo habrá un gobierno que asuma el reto de la modernización y reforma del Estado? ¿Cuando se hará realidad un manejo presupuestario donde prime la calidad del gasto, sin reprimir tanto a la gente que produce, crea riqueza y genera empleos? Y por último, ¿Cuándo privatizaran el sector eléctrico? Si eso sucediera antes del 2020 muchas de estas predicciones cambiarían. Pero no veo nada en el horizonte lejano que indique algo parecido.