En Woodbury, Minnesota, donde por coincidencia conozco mucha gente, se ha desatado una invasión de zombies. Lo demuestra The Walking Dead, película (o serie, mas bien), que miras con los ojos azorados por la capacidad de Skybound en construir hipótesis que son llevadas a cabo en una realización de sueño. Esta serie es una obra maestra de la que H.G. Wells estaría muy orgulloso.
Hace años que conocí a David Nichols, investigador de Harvard que hizo la película “’La Serpiente y el Arcoíris”, filmada en Haití, donde un investigador visita a Haití para entender el proceso de “zombificación” de los haitianos. David Nichols me saludó en esa cena en el colegio Loyola. Iba vestido de guayabera y no tenía nada de zombie o de asesino de estos como en la serie de Fox sí que hay muchos. Ha visto Nichols la serie? Deberé enviarle un correo rápidamente preguntándoselo?
En la película de Nichols se trata de un viejo tema haitiano que hace delicias de los investigadores históricos: la supuesta capacidad de los haitianos, o una parte de ellos, en convertirse en zombies. Se puede ver en la película como el profesor de Harvard llega a Haití con el encomendado propósito de estudiar la resurrección de los cuerpos en la tórrida noche de Puerto Príncipe. A decir verdad, no usemos la palabra resurrección sino mas bien “la manera en que se llega a convertir a un muerto en zombie” (pueden venderte), proceso este que no es sencillo pero se debe tener fe en que los polvos mágicos funcionan. Los polvos mágicos “zombifican’’ a los que los aspiran pero para poder fabricarlos hay que tener una pócima que solo el “vudú master” (el término es mío pero mejor será decir brujo), logra diseñar en las intricadas zonas casi selváticas de Haití. El protagonista de la película llega en la época de los “’tonton macutes” y elabora una suerte de escapatoria ante la policía de Duvalier. La insaciable farmacéutica quiere saber la fórmula para patentizar la pócima de la inmortalidad pues es de entender que el zombie es un ser que no muerte, un muerto vivo.
También se sabía que la mejor manera era viendo Fox. Diseñada por ACM con un presupuesto de 2.8 millones por episodio, la serie de The Walking dead ha llevado a un extremo esto de los zombies. Al punto que uno empieza a pensar que todo cobra forma y sentido con la serie, hasta el punto de entender que la mejor de las formulas es persiguiendo a los que te atacan, que pueden ser manadas enteras. La imaginación de Robert Kirkman no tiene límites.
Las hordas de zombies han resucitado en el fin del mundo y los sobrevivientes a la epidemia deben escapar constantemente el asedio peligroso de estos redivivos que tienen un hambre atroz. Cualquier de estos zombies puede comerte como se come uno un sushi en un restaurante de Woodbury. De hecho, la serie está ambientada allí mismo, en Woodbury, donde quien esto escribe tiene buenos amigos de carne y hueso. Había pensado que no me engancharía pero es otra la historia.
Los mejores deseos son para Daryl, Hershel, Rick y Carl que ahora, con su madre muerta y apareciéndosele a Rick, parece ser un niño capaz de defenderse en este trance apocalíptico de proporciones inimaginables. Han escapado de los muertos vivientes (nunca mejor dicho), y ahora tienen como compromiso algo que sabemos: sobrevivir a toda costa.
Lo cierto es que ya se está diciendo que esta es la mejor serie de la historia. Y quien esto escribe no está muy lejos de afirmarlo aunque muchas otras entran en competencia. Se cumple a cabalidad lo que saben los literatos londinenses: the suspensión of disbilief, la suspensión de la incredulidad, lo que dota a la serie de una extraña verosimilitud para un tema tan extraño.
Evidentemente que es mejor vivir aquí que en la realidad de The Walking Dead, aunque quien sabe. Además, los zombies andan mediodespiertos o mediodormidos y solo hay que defenderse con arpones o pistolas, algo que hace efectivamente Rick, el líder de la manada de sobrevivientes. Pregunta del twitter: “podemos tomar a octubre 4 y moverlo para hoy?” En esa fecha se inicia la temporada 4 donde incluso habrá un bebe zombie, algo que habrá que ver. Hasta pronto: me llaman de Woodbury!
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