Cuando era niño solía jugar a las canicas. Si alguno de los compañeros quedaba en posición incómoda para lanzar le cantábamos “tuche”. Al cantarse tuche, se debía lanzar en posición totalmente erguida quedando inmovilizado. Lanzar en posición tuche era prácticamente imposible.
En el escenario social dominicano he afirmado que estamos ante una sociedad tuche y procuraré enumerar algunas de las razones de cómo hemos llegado hasta aquí.
En las décadas de los setentas y ochentas se crearon una serie de barrios en la parte norte de la capital sin condiciones de dignidad. Esto provocó el grito de un sujeto exigiendo sus derechos a través de manifestaciones públicas. La respuesta a estas protestas fue inmovilizarlos, cantarles tuche.
En primer lugar se inmovilizó a los jóvenes como bujía inspiradora de muchas de las manifestaciones. Comenzaron los confusos “intercambios de disparos” que cegaron la vida de decenas de jóvenes en nuestros barrios.
El segundo mecanismo fue iniciar una campaña de descrédito hacia las personas de los barrios creándose un estigma que le sobrevive hasta hoy.
Sucede que en los sectores exclusivos no había huelgas porque lo tenían todo, en los barrios empobrecidos había huelgas porque no tenían nada.
Los ricos saldrían en las portadas de las revistas sociales siempre sonrientes, los pobres en los titulares de los noticiarios demandando cosas o llorando la muerte de algún joven y así se construyó el imaginario de los barrios como los violentos y delincuentes
El tercer mecanismo es más terrible. Los partidos políticos sedujeron todos los gremios, las juntas de vecinos, los clubes barriales a través de una política clientelista procurando hacer posible la distorsionada expresión de Maquiavelo “Divide y vencerás”.
Todas las instancias sociales son vinculadas a algún partido político: las juntas de vecinos, los sindicatos, gremios y grupos estudiantiles. Se ha dividido a la opinión pública con cientos de pseudos periodistas pagados por los partidos que fungen como bocinas apañando inclusive acciones nefastas de quienes representan.
El resultado ha sido una sociedad tuche, inmóvil, que no reacciona ante nada y con nada.
Como resultado hemos tenido una clase política que ha gobernado a sus anchas ostentando el privilegio de que por más denuncias de corrupción que se formulen nunca pasará nada porque estamos ante una sociedad que no reacciona acostumbrada a la pasividad pese a las burlas de quienes nos han desgobernado ofreciendo siempre lo que no cumplen después.
Empero lo afirmado algunos signos vitales se han observado en los últimos años. El Movimiento social parece estar de vuelta y esto preocupa a los artífices de la inmovilidad social sobretodo después del triunfo de algunas luchas como la del 4%.
Estos signos preocupan a esa clase política que sentada en el asiento de la desvergüenza reclinaba su sillón y se frotaba las manos como quien disfruta sus maldades.
Ahora todo el que se manifiesta en las calles corre el riesgo de ser juzgado como parte de un plan avieso que pretende hacerle daño al partido oficialista y su principal líder.
La historia ha demostrado que los cambios importantes que amerita una sociedad no se darán si la sociedad no reacciona y que esta reacción no necesariamente tiene que ser con la violencia. La lucha del 4% nos demostró que se pueden lograr objetivos con métodos pasivos. La consigna es “Paciencia, pero no conformismo”. Como sociedad tenemos muchos desafíos por enfrentar como el flagelo de la corrupción y la impunidad hasta que la justicia, como el sol, se digne en salir para todos.
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