Más tarde, porque temprano no pudo ser, las autoridades educativas y los dirigentes de la Asociación Dominicana de Profesores, ADP, tendrán que arribar a un acuerdo para solucionar el impasse en que ha degenerado el aumento salarial a los docentes. Sin acuerdo, el MINERD adjudicó el aumento del 20% propuesto, que había sido rechazado por el gremio. Habrá que esperar qué acontecerá a partir de ahora.
En la prensa hablada y escrita, muchos sugirieron que el aumento fuera razonable, digno, y se materializara antes de que reapareciera la práctica tradicional de suspensión de docencia, por parte de la ADP. Ya ocurrió y cabe preguntar: ¿cuántas horas más de clase perderán los estudiantes antes de concluir el año escolar?
Al margen de esta desafortunada realidad, hay que reconocer y difundir tres visiones del sistema educativo que es necesario unificar, para que sea un verdadero sistema.
En primer lugar, la sociedad visualiza el sistema oficial, público y real; al cual asiste una matrícula superior a los dos millones de estudiantes que corresponden, en su mayoría, a la población pobre. Con más de 55 mil docentes con todo tipo de carencias y muchas se trasladan al aula, porque simplemente son humanos y apenas sobreviven.
La segunda visión es del mismo sistema educativo, pero ideal, imaginario. Con autoridades con poder hasta para no hacer. Está en la mente de algunos funcionarios que creen que el presente es eterno. Es el que aparece en discursos, entrevistas y en algunas “estadísticas”. Es el contrarretrato del anterior. Se manifiesta en: estamos avanzando; la cobertura ha aumentado; el porcentaje de maestros titulados también ha aumentado; el “desayuno” escolar ha mejorado; se han construido tantas aulas y escuelas; se distribuyeron recursos para el aprendizaje; estamos trabajando para mejorar la calidad educativa y otros tantos mejoramientos.
Y no es que sean inciertos, sino que a pesar de esos aumentos y/o distribuciones falta mucho más. Todavía no es posible indicar qué se ha resuelto, de una vez por todas, en el sistema educativo dominicano.
Por último, la visión privada del sistema. Se calcula que ese sector atiende una matrícula entre 20 y 25% de la población estudiantil preuniversitaria. Esta es una contribución importante que aportan las familias que pueden pagar por la educación de sus vástagos, y una economía para el Gobierno. Pero, hay que decir que toda educación es pública, sólo su administración puede ser privada.
Por tanto, el diseño curricular vigente es el punto común entre el sector público y el privado. Sin embargo, no parece que es tan común como establece la normativa educativa, que indica formar al estudiantado como ciudadanos dominicanos, es decir, sin distinción de ninguna naturaleza.
Si se compara el funcionamiento de ambos sectores, habría que admitir que el curriculum que desarrolla el privado es distinto. Basta ver los libros de texto, las asignaturas cocurriculares que amplían la formación de sus estudiantes; la cantidad de horas de docencia que imparten; la organización y administración interna; la participación “obligatoria” de padres/madres/tutores, en actividades importantes para la educación y formación del estudiantado,…
Por su parte, los docentes del sector público están nucleados en la ADP. Y parecería que el MINERD tiene poca ascendencia sobre ellos, porque ese gremio dispone qué harán o no los maestros en cualquier situación. Asimismo, los colegios privados actúan con criterio empresarial y sus aumentos anuales afectan el presupuesto familiar, sin que el MINERD aplique controles que protejan las familias que pagan la colegiatura.
Ya es tiempo de que: MINERD/ADP/COLEGIOS PRIVADOS trabajen con objetivos comunes, en favor del mejoramiento de la calidad de la educación para todos los estudiantes dominicanos.