Tras la instalación de Danilo Medina en la presidencia, el 16 de agosto de 2012,  el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones ha rescatado del olvido el mantenimiento vial en diferentes puntos del país. Excelente.

Solo quienes tienen la suerte o desdicha de conducir un vehículo, sobre todo si es de noche y llueve, saben que estas acciones menos caras tienen un valor incalculable en términos sociales. Por las vidas que ayudan a salvar. Es un suicidio conducir entre tantos y tantas imprudentes del volante y en vías irresponsablemente descuidadas por la autoridad. Igual que es una pesadilla vivir en una urbanización sin calles ni aceras.

República Dominicana le gana la competencia a cualquier país del mundo en desorden del tránsito. Y las consecuencias bochornosas las lleva sobre sus espaldas: una epidemia de “accidentes”, un grave problema de salud pública que solo en 2011 llevó a los cementerios a 1,586 seres humanos y 1,435 en 2012, la mayoría jóvenes, según las memorias depositadas en el Senado por la misma Autoridad Metropolitana de Transporte.

Ocupamos el nada deseable segundo lugar en el mundo en muertes por  accidentes de tránsito, con una tasa de 41.7 por cada 100 mil personas, detrás de la isla Niue, en el Pacífico. ¿Y en América? Ahí sí somos los primeros, pues la tasa para este continente es de 15.1 decesos por cada 100 mil, según el Informe de Estado Global sobre Seguridad Vial 2013, de la Organización Mundial de la Salud.

Frente a este panorama de caos y con un parque vehicular que ronda los 3 millones (poco más de la mitad, motocicletas), lo menos que debió hacer hace muchos años Obras Públicas, fue ejecutar un plan de bacheo, pavimentación y señalización de calles, avenidas, carreteras, túneles y puentes en diferentes puntos del país.

Quizás por la vulnerabilidad de la memoria colectiva, pocos recuerden que hace casi doce meses los elevados parecían potreros abandonados, llenos de tierra, malezas y hasta matitas de maíz, habichuela y moringa, con huecos peligrosos en la capa asfáltica y sus barandas de seguridad desvencijadas.

Las avenidas y los muros de New Jersey eran peligros públicos. El hollín, la arena, los residuos de basura, los hoyos y la falta de pintura eran la evidencia principal de la indolencia. Y las siempre peligrosas carreteras eran otro modelo de irresponsabilidad institucional. En la del Cibao, por ejemplo, una compañía (o varias) se pasó largo tiempo arreglando y desarreglando tramos. Con sus equipos pesados y su ineficacia, ella era el principal abono para las colisiones y vuelcos.

Ese panorama es mucho menos tenebroso, hoy. Pero hay detalles que afinar porque implican dispersión de los escasos recursos disponibles. En varias avenidas y calles que dan a residenciales, he visto repavimentar sin necesidad. Es un crimen colocar asfalto sobre asfalto cuando muchos suburbios de la capital y las provincias solo conocen el olor irritante del polvo y el chapoteo en el lodo. Esa es una mala práctica que viene de lejos. Hay que desterrarla de cuajo.

CUANDO SE AGOTA LA PACIENCIA

Municipios como el pujante Tenares, provincia Hermanas Mirabal, dan pena debido al mal estado de sus calles y las vías de acceso a sus comunidades cercanas, productoras de cacao y otros rubros.

¿Cuánto le cuesta a Obras Públicas reconstruir, por ejemplo, las dos carreteritas que van del pueblo hasta Gran Parada? ¿O la que va a Los Pomos? ¿O reparar con seriedad los trozos de la que va a Gaspar Hernández, dañada una falla sísmica? ¿O construir las calles a todos los barrios y urbanizaciones que viven en el fango y cubiertos de una plaga permanente de mosquitos y otras alimañas?

No creo que mucho dinero. Sí voluntad.

Tenares es un pueblo preñado de paciencia, como Pedernales. Tal vez esa sea la razón de la tardanza de años en resolverles este problema, el cual no solo incomoda y provoca impotencia, sino que merma la salud de sus comunitarios y comunitarias.

Esperan que alguien le cuente sus penurias al ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo Terrero. Consideran a este barahonero como un funcionario pragmático y oportuno, y creen que responderá en medio de la paz. Seguro que este mensaje le llegará. Solo faltará su acción rápida.

Quizás me entere de la buena nueva.