Quizás puedan servir estos días de la Navidad para mirarnos de frente al espejo y conversar a solas y tranquilos con nosotros mismos.Aquí, en la barbería, la esquina, el bar o el telediario, de la partidocracia y sus excesos casi todo está dicho, escrito y padecido.

Del imperio y sus afrentas, del narco  y su violencia, de los evasores y sus dachas también.

Si, si. Ya lo sé. Ética y moralmente, aquí hasta la crisis está en crisis. Sí. Pero que estemos bajando al infierno no quiere sugerir que seamos el paraíso, don Frederick.

Por eso, propongo un alto en el camino de las críticas, merecidas o no, a tanto traidor tan bendecido, a tanto señor desmemoriado.

En estos días, a solas, (el vino siempre ayuda, una sonata es perfecta) hagamos el ejercicio no del criterio sino de la revisión propia e íntima.

Ya, ya, claro que esta partidocracia en sus excesos nos ha roto a todos el corazón, pero por esta vez, por estos días, al ladito de Dios ( y si es posible, invite a Tatica la de Higüey que siempre ayuda,) luego de un desayuno con sus Paola, entréguelas intactas y felices a sus madres, y váyase de tours por los laberintos de su conciencia.

Claro, lo sé, sé que hay evasores profesionales, corruptos de cuello blanco y marina azul, testaferros del oprobio, ladrones de oficio con la política como afición.Sí, sí, lo sé, pero no es de ellos que propongo conversar en estos días, sino con ese Yo que nos mira en el espejo para preguntarnos ?en qué fallamos?

En qué jodido momento olvidamos lo principal, postergamos lo fundamental, no vimos la esencia de lo bello, y ya ven, cae la noche… "y llega el invierno." Perdón.