La justicia dominicana acaba de mostrar una vez más su naturaleza de escudriñadora y fina cuando se trata de buscar argumentos que justifiquen la exculpación y santificación de potentados, y tuerta y “chiva loca” si el caso toca a un paupérrimo agobiado por la desesperanza, que hurte un saco de arroz.

Este martes 4 de abril de 2013, víspera del Día Mundial del Medio Ambiente, el Primer Tribunal Colegiado del Distrito, dirigido por la joven jueza Gisselle Méndez, ha declarado extinguida la acción penal contra un exfuncionario del Instituto Agrario Dominicano, Jaime Rodríguez Guzmán, y dos de sus parientes, acusados de negociar para provecho propio miles de hectáreas en el Parque Nacional Jaragua, en Pedernales. Y lo ha decidido pese a que la Suprema Corte de Justicia había considerado lo contrario y le había enviado el expedientes para darle curso.

Pese a poseer abrumadoras evidencias sobre el delito contra el Estado, ella ha considerado, entre otras bellezas jurídicas, “vencido el plazo establecido por la ley para perseguir infracciones penales”.

Aunque la Jurisdicción Inmobiliaria es la que al final decidirá el destino de las decenas de títulos “lavados” por la misma autoridad, lo resuelto por el Tribunal de marras avergüenza, como avergüenza la displicencia del Ministerio Público, el cual, durante más de una década, se hizo la vista gorda y dejó brechas para que se colara la impunidad prohijada por indolentes, en tanto deviene en cómplice. Y hasta podría ser un mal indicio de cara a otros procesos.

El procurador general y la fiscal del Distrito han dicho que recurrirán la decisión de los jueces. Pero el mensaje a la población ya fue dado y será difícil recogerlo: robar no es delito si robas mucho porque tendrás al poder de tu lado.

Cuando veo este drama, recuerdo a un hermano que cuando estudiaba Derecho en la UASD siempre repetía que jamás defendería ni a ladrones, ni a violadores de niños ni a narcotraficantes. Muchos le advertían que moriría de hambre. Terminó su carrera y vive en precariedades en una provincia como Pedernales, donde el dolo y el contrabando han sido la norma;  donde una cementera daña todo el entorno de Cabo Rojo y Bahía de las Águilas; una compañía ha sido autorizada a cavar más cráteres para exprimir el chin de bauxita que resta en Las Mercedes y Aceitillar, rumbo a Pelempito, a cambio de más pobreza, y el Parque Jaragua ha sido repartido en trocitos en complicidad con el Estado.

A la paciente provincia Pedernales la tienen como una bola de billar. Hasta un día.