Nueva York.–Cuando una reina de belleza abdica, la primera finalista asciende, en el Vaticano también. El Papa Benedicto XVI abdicó, y ascendió el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, primer finalista del cónclave anterior.

Cenando con los cardenales el nuevo Papa Francisco bromeó diciéndoles “espero que Dios os perdoneis por lo que me habeis hecho”, eligiéndolo. El humor siempre esconde tristes realidades, como la del Papa y su Iglesia.

Bendicto XVI fue nazi, Francisco estuvo bien cercano a los militares argentinos durante la “Guerra Sucia”. Seleccionando el nombre Francisco, el primer Papa jesuita, unifica su orden con la franciscana, como podría unificar europeos y latinoamericanos.

Nuestro primer Papa latinoamericano es hijo de inmigrantes, nació en Argentina de padres italianos.

“Argentina es el país más europeo de América y el más americano de Europa, o sea, los argentinos son europeos desterrados.  No hay nada más argentino que no ser argentino, los viejos se creen europeos y los jóvenes se piensan norteamerianos”, dice el inmenso Facundo Cabral.

Cuando Francisco oró en la Basílica Santa María la Mayor, detrás tenía al cardenal Bernard Law, ex Obispo de Boston. Law habría encubierto más de 260 abusos sexuales, lleva 10 años autoexiliado en El Vaticano, huyéndole a la justicia estadounidense. Hay curas pedófilos presos, pero los obispos y cardenales encubridores disfrutan impunidad. Cardenales alemanes y estadounidenses, buscando aclarar escándalos sexuales y financieros, eligieron a Francisco, quien querrá mantener el celibato y la prohibición a la ordenación de mujeres.

Francisco, un extrañísimo jesuita derechista-militarista y frugal, evitará hablar de moral sexual, mejor predicará contra la pobreza. Quizá movilizará la iglesia latinoamericana, el 40% de los 1.200 millones de católicos del mundo, predicando un nuevo evangelio de justicia social conservadora. Ese populismo religioso, con danzas, cánticos, avivamientos y otros histrionismos copiados del pentecostalismo, puede revivir la Iglesia.