Estoy reportándome con ustedes como todo buen soldado debería, y les digo que Europa no tan solo es dura sino también agotadora. Tenemos aquí ya unas semanas, entre Austria y Polonia, manejando a través de nuestras bellas tierras sin fronteras, y ya ni recuerdo cual es mi nombre.

Primero que nada, todo el mundo anda quejándose y preocupándose, cuando no hay nada de que preocuparse, terminan cuestionándose y buscando una hipotética razón futura para preocuparse. Decirles que no se preocupen no sirve de nada, ya que siempre responden: “Tengo que preocuparme!”. Todavía no sé quien les dijo que debían hacerlo. Probablemente Stalin.

Aparte de este segundo plano emocional que es lo suficientemente difícil para comenzar, estamos viviendo en dos países al mismo tiempo, por decirlo así. En uno de esos tuvimos que buscar un apartamento para rentar aún siendo nuestro alemán es un poco pobre y los dueños con un inglés un tanto cómico.

Y luego está la finalización de la preparación de la boda, tratando de que nuestros dos gatos se comporten bien en casa de mis padres, visitando todos los familiares al mismo tiempo, tratando de conseguir muebles baratos que quepan en nuestra nuevo y vacío apartamento austríaco, tomando en cuenta que los grandes espacios residenciales no son los puntos fuertes de Europa.

El clima europeo es increíblemente impredecible. Cuando llegamos aquí estaba a 13 grados, una semana después estaba a 32 grados. Es divertido ver a la gente caminando confundida con el clima, algunos con jackets de otoño y otros con sandalias hawaianas, gafas y el aroma a protector solar que tanto me acuerda al caribe.

Por cierto, cuando le cuento a la gente aquí que estuve viviendo en errede por casi un año, todo el mundo aquí tiene la percepción que ustedes pasan los días sentados en la playa tomando caipirinhas…

¿Qué dicen de eso República Dominicana?