La Iglesia Católica convoca al Sínodo 2021-2023. Lo hace con un lema muy claro: Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión.

Sínodo es un vocablo griego (sínodos), cuya derivación al latín fue el de sinodus o encuentro que mantienen autoridades eclesiásticas. Como concilio, el sínodo puede ser entendido como la reunión de todos los obispos y otros líderes religiosos con el propósito de tratar asuntos de doctrina o de organización religiosa. Sin embargo, los concilios están principalmente reservados para cuestiones relativas a los dogmas, es decir, asuntos de doctrina que se tiene por cierto y que no puede estar sujeta a dudas. Pueden ser de tres tipos: provincial, nacional o ecuménico. Los dos primeros se organizan y el llamado se hace desde lo local, el último, sin embargo, lo convoca el Papa.

Según el documento preparatorio, este Sínodo debió iniciarse del 9 al 10 de octubre de este mismo año en Roma y cada Iglesia particular convocarlo al siguiente lunes 17 del mismo mes. Se espera que para octubre del 2023 se realice la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, donde se espera llegar a unos principios generales comunes, que luego deberán volver hacia las Iglesias particulares para, dependiendo del contexto, ponerlos en práctica. Se supone, entonces, que todos los católicos hemos sido convocados para iniciar la fase de consulta, que debió arrancar hace apenas una semana.

En el documento de consulta se afirma que este itinerario es un don, al mismo tiempo que una tarea: caminar juntos para reflexionar sobre el camino recorrido, procurando aprender en ese mismo camino, de los procesos que pueden ayudar a la Iglesia a vivir la comunión, como realizar la participación, abriéndose a la misión. Es decir, “caminar juntos como Pueblo de Dios peregrino y misionero”.

Pero también caminar juntos es disponerse a la “escucha del Espíritu Santo” que, como el viento, “sopla donde quiere: oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (Juan 3,8). Todos, en virtud del Bautismo y de la Confirmación, somos llamado para impregnar la calidad de la vida eclesial y el desarrollo de su misión evangelizadora.

El llamado a “caminar juntos” supone situarnos en el contexto histórico, con los cambios propios de la época que vivimos, haciendo un esfuerzo por “escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio” (GS, n.4.). Una época que, para empezar, se caracteriza por un crecimiento sin precedentes de las desigualdades sociales, producto de una enorme concentración de las riquezas y sostenida por un modelo económico basado en el lucro y el agotamiento sin límites de los recursos naturales del planeta. Tal situación se ha puesto al desnudo con la actual pandemia de la COVID-19, que no solo muestra la “fragilidad de nuestras vidas”, sino incluso, la fragilidad del mismo modelo económico. En ese contexto, hay que recordar que “nadie se salva solo, y que únicamente es posible salvarse juntos” (FT, n. 32). El clamor de los pobres es al mismo tiempo el clamor de la tierra. Si los líderes políticos y económicos del mundo no “han interpretado aún los signos de los tiempos”, es importante que se pongan en eso, quizás aún hay tiempo. Nuestro país lo abocan a una Reforma Tributaria, que como empieza a decirse, tendrá su mayor peso en la clase media y, por derivación, hacia los sectores más empobrecidos. La República Dominicana es la casa común, no lo olviden.

Así como la “sociedad política y económica” tiene que revisar su accionar, lo mismo deberá acontecer en la propia Iglesia, que ha construido “una cultura impregnada de clericalismo, heredada de su historia, y de formas de ejercicio de la autoridad en las que se insertan los diversos tipos de abuso (de poder, económicos, de conciencia, sexuales)”.  De ahí que en el documento preparatorio se llama a “una conversión del accionar eclesial, que es impensable, sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios”.

Una Iglesia sin pueblo, es un cántaro sin agua, es un cauce sin río, es un bosque sin árboles. El camino de la sinodalidad (comunión, participación y misión) “representa el camino principal para la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra”. “Pues donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos” (Mt. 18). De no ser capaces de “caminar juntos”, como se afirma en el documento preparatorio, “no será posible la “perenne reforma”, de la Iglesia misma”.

El Dios Padre quiso que su mayor y principal manifestación en la vida humana se hiciera entre los más pobres de los pobres, a una mujer judía de Nazaret, María (o Maryam o Miriam, como se le quiera llamar), y que de su vientre naciera su Hijo, teniendo como espacio de reposo un pesebre. Es desde ahí que la Iglesia debe renovarse y con ello, volver a sus propios orígenes, retomando su misión evangelizadora.  Es esa misión evangelizadora la que debe ofrecernos el norte en este proceso de consulta, de ahí, como se plantea en dicho documento: “la consulta al Pueblo de Dios no implica que se asuman dentro de la Iglesia los dinamismos de la democracia radicados en el principio de la mayoría, porque en la base de la participación en cada proceso sinodal está la pasión compartida por la común misión de evangelización y no la representación de intereses en conflicto”. “Cada proceso sinodal, en el que los obispos son llamados a discernir lo que el Espíritu dice a la Iglesia no solos, sino escuchando al Pueblo de Dios, que “participa también de la función profética de Cristo” (LG. n. 12).

“… una Iglesia sinodal es una Iglesia “en salida”, una Iglesia misionera, “con las puertas abiertas” (EG, n. 46), a las demás Iglesias y comunidades cristianas, pero también “a toda la humanidad, con que compartimos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” (GS, n. 1).

La sinodalidad, y de esa manera no dejar dudas, “indica la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi está operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora”.