El anuncio de la intención del presidente Medina de embarcarse en la aventura de la carretera Santiago-San Juan, diciendo que la inaugurará antes de terminar su mandato, se parece al anuncio del ex presidente Fernández, en su momento, de que inauguraría su metro al finalizar su segundo mandato. Así como el metro ha sido una ruinosa aventura económica que está muy lejos de resolver el transporte de pasajero de la capital, ese proyecto de carretera, a juicio de calificados expertos, podría ser ecológicamente desastroso para la más importante cordillera de la región de El Caribe.

Sin presupuestos ni planos serios, sin publicar estudios, sin medición de impacto ambiental, desoyendo propuestas serias basadas en estudios, un variopinto grupo de interesados se presentó a Palacio y dijo allí todo lo bueno que sería esa carretera para las economías de las regiones Sur y Norte, a lo que Medina le respondió que ese era su sueño, anunciando su intención de iniciarla sin que  sepamos si conoce o no detalles de la obra.

Fernández impuso su soñado metro sin estudios serios, sin presupuesto, sin la aprobación de su Consejo Económico y Social, ni la aprobación del Concejo de Regidores del Ayuntamiento del Distrito Nacional.

Con esa acción, el Medina tacticista da otro pasito para atrás, comete un consciente desatino para ganarse la voluntad de un grupito de ricachones que quiere vender un proyecto en nombre del desarrollo de dos regiones, pero que en realidad es para incrementar la plusvalía de sus terrenos urbanos, urbanizables y rurales. Aprobar eso, luego de detener la estafa de los terrenos del Parque Jaragua y del ultimátum a la Barrick Gold, constituye una inconsecuencia.

Según estudios publicados y la opinión de expertos en obras de ingeniería, de economistas, de notables profesionales de geografía y de ecología, además de un reputado ex ministro del medio ambiente, el costo que términos ecológicos tendría el referido proyecto sería devastador para toda la isla y que los beneficios económicos que generaría para las dos regiones no justifican esa inversión.

En tal sentido, proponen alternativas que permitan aprovechar  rutas ya existentes, que sin alargar significativamente el trayecto que uniría las dos regiones, tiene la virtud de producir externalidades positivas, al repartir más equitativamente la plusvalía que toda infraestructura vial produce a los terrenos que se encuentran a lo largo de su eje, que es la función de todo estado que se interese por la equidad territorial.

Los espacios urbanos y los límites territoriales del mundo han sido creados por la acción del capital. Los procesos de construcción e integración de territorios, regiones y de la Geografía, en general, se han hecho en nombre del "progreso” para potenciar intereses económicos, mediante la construcción-destrucción de espacios para producir mercados, expandir el capital y  justificar la expulsión de sus terrenos a los más débiles.

En ese sentido, ya  comienza notarse la acción del capital inmobiliario, de ser cierta la denuncia de la voceros de la solvente Sociedad Ecológica del Cibao, la cual  da cuenta de que ya comienza la compra de terrenos en las inmediaciones de lo que se entiende sería el trayecto de la proyectada carretera. Eso sería el inicio del proceso de reclasificación de suelos en todo ese territorio, el inicio de la especulación inmobiliaria, del encarecimiento del suelo que expulsa a los débiles hacia otros lugares y del engrosamiento de las fortunas de las mafias que operan ese mercado.

Son los efectos de de los grandes proyectos viales impulsados por espurias alianzas público-privadas, para favorecer a sectores poderosos en el contexto de un Estado patrimonial y prebendalista, como que el que tenemos. Es la historia de los grandes proyectos viales y en este caso, la conexión  Santiago-San Juan no sería una excepción. Es lo que siempre se ha hecho.