“El imperio de la ley también busca la equidad. Exigimos igual tratamiento para los ciudadanos sometidos al imperio de la ley”. (Jeffrey Sachs: El Precio de la Civilización).

La más reciente resolución emitida por la Junta Central Electoral, la Resolución 28-21 del corriente mes, es prolija en argumentaciones a la luz de todo el tejido normativo-constitucional. 15 vistas, 37 consideraciones y todo el sombrero para robustecer por qué los partidos políticos no pueden adentrarse en realizar campaña, precampaña y periodo previo de precampaña. El objeto, marco de aplicación y definiciones, compromiso cívico, deberes de los aspirantes, atestiguan la reflexibilidad de la referida resolución.

La partidocracia nuestra aparenta ser un niño anencefálico, pero no es así. Es cierto que existe poca coherencia y profesionalidad y una débil asunción por regirse en el marco normativo que ellos mismos crearon. Las leyes 33-18 y 15-19 establecen taxativamente su marco de actuación y calendarización. La Constitución en sus artículos 211, 212 y 216 grafican y ejemplifican la conducta que ha de esperarse de la Junta como órgano rector electoral y de los partidos políticos como entidades.

Los partidos quieren seguir actuando con el mismo libreto de los años 70 del siglo pasado, que le dio resultados, empero, que nos debilitó y nos ha debilitado como sociedad. Los problemas estructurales están ahí y una ciega tautología nos mantiene generando agendas distintas en un mismo territorio. Están sufriendo de parálisis paradigmática. No ven lo que no se ajusta a su paradigma, a sus intereses particulares, en gran medida como consecuencia de su cultura del enanismo y la base del ratón.

A partir de los años 1970 irrumpió, eclosionó al escenario teórico el concepto de Posmodernidad, sin embargo, es sobre todo a partir de los 80 cuando encontramos un mayor ascenso conceptual alrededor de esa nueva visión de explicar el mundo social-institucional, musical y del arte en su conjunto. Jean François Lyotard nos hablaba en su libro La condición posmoderna del colapso de los metarrelatos, que no es otra cosa que querer explicar una realidad con armamentos teóricos que no son válidos en la actualidad. Que la realidad superó su esquema, su cuadrante, imposibilitando su comprensión desde la perspectiva más plural y diversa.

Desde esa visión posmoderna, para la partidocracia dominicana no existen las leyes 33-18 y 15-19 si la base jurídica-normativa que ellas contienen, le reducen su forma y conducta desviada. Ellos quieren tener un comportamiento desviado al querer realizar precampaña fuera del tiempo establecido. Jean Baudrillard, sociólogo de la posmodernidad, lo explicó a la luz de la hiperrealidad. La inmensa mayoría de los actores políticos no saben desdibujar la frontera entre la realidad y su representación. Su imaginación queda truncada, anulada por un deseo y una necesidad que no encuentra espacio en la realidad misma. Actúan, parafraseando a Zygmunt Bauman, como verdaderos íconos de la sociedad líquida, solo que ellos quieren verter su líquido en un recipiente que ya no existe.

Estamos en la sociedad del espectáculo, del simulacro, pero al mismo tiempo de la sociedad de la red, donde estas arden y horizontalizan las esperanzas, los movimientos y los procesos. Una nueva encrucijada de la historia se abre. Es el camino de la transición a escala mundial. Aquí no somos la excepción. Se explica, en gran medida, por los nuevos actores que dirigen los órganos extra poder y porque una parte de la sociedad cambió y el compromiso político al más alto nivel, hasta ahora, está jugando un rol interesante, respondiendo a las necesidades y expectativas en el alcance institucional y de transparencia.

Ver la defensa del PLD, los argumentos tan enanos y pueriles, entristecen. Dicen ellos “Es que la Fuerza del Pueblo y el PRM tienen ya sus candidatos”. Supongamos que es cierto. Sin embargo, eso no los debe llevar a violar la ley. Esos dos partidos tendrían lo que se llama ventaja comparativa y nada más. El “abrigo, refugio” del vocero del PLD en la Cámara de Diputados y del vocero de la Fuerza del Pueblo en el Senado son penosas, mendaces, faltas de razonabilidad y de buen juicio. Nos indica la ausencia de una elite política profesional en el sentido esencial y medular. Decir que la Junta traspasó sus límites, sus alcances, es deprimente a la luz de la objetividad, de la neutralidad ética, de la validez, confiabilidad, comprobación. Elementos todos ellos de la investigación científica.

Quizás, es potencialmente posible, que más allá del desconocimiento de una inmensa mayoría de ellos de lo que significa la posmodernidad en el entramado de lo irrevocablemente diverso, de que la realidad ha de asumirse desde la perspectiva holística, en su complejidad, empero, auscultando todos los agujeros que se anidan en la nueva realidad que ellos mismos se dieron, en la construcción de dos leyes caracterizadas por su medianía e intereses del clima interno partidario de los que dirigían el poder político.

Despacharse con respuestas cantinflescas, con una simplicidad rayana en la ignorancia, en una resolución de 15 páginas, es como si lo entendiéramos en el campo de la alienación. Si la comprensión de la posmodernidad los turba y los marea, la alienación los crucifica, los atrinchera y los pone a orbitar en tierra nueva desconocida, en gran medida por el espacio institucional. La alienación, nos dice John Searte “es la separación o alojamiento de los seres humanos de algún aspecto esencial de su naturaleza o de la sociedad, que a menudo da lugar a sentimiento de impotencia y desamparo”.

Si la elite política está profundamente alienada, está separada de los intereses de la ciudadanía, de sus necesidades, de sus sueños, de sus desafíos, no son el puente, el eslabón entre el Estado y los ciudadanos, entonces, ese no querer asumir las dos resoluciones que tratan de llevarlos al terreno de su propia legalidad, los desbordan y los entumecen cada día más. El sistema político nuestro está atomizado. 27 partidos donde cuasi no hay diferencia “ni en la respuesta ni en el color del gobierno” que nos hemos dado en los últimos 24 años.

Latinobarómetro 2021 nos señala el Annus Horribilis, donde parafraseando a Gabriel García Márquez en el imaginario del informe dicen “La pandemia acaba con el Siglo de soledad de Macondo y supera el Quijote Americano enclaustrado”. Nos esbozan en esa importante investigación que la década 2001-2010 fue bautizada como la de Construcción, empero, la del 2010-2020 es apellidada como la Década de la Deconstrucción en ALC. Terminan por decirnos “El retroceso económico causado por la pandemia no define a la región, sino simplemente acentúa sus características”. Pobreza, desigualdad y discriminación nos conducen.

¿Por qué el desencanto con la política? Es originada, dice Latinobarómetro, por una crisis de representación y la incapacidad de desmantelar la desigualdad y la discriminación. Se requieren democracias más efectivas y menos aparentes. ¿Cómo andan las instituciones que tienen que ver directamente con el sistema político? Veamos:

  1. Partidos políticos : 24.
  2. Congreso : 33.
  3. Poder Judicial : 36.
  4. Gobierno : 51.
  5. El Presidente : 61.
  6. La Junta : 31.

Cuando Latinobarómetro nos llama a eliminar la discriminación: del color de la piel, del lugar del nacimiento, del género, e instalar una verdadera igualdad ante la ley, resalta esta última porque es la que significa la democracia efectiva y contiene al conjunto de las demás. Es la falencia, carencia y ausencia que ha llevado a los partidos políticos, en las últimas dos décadas, a deslegitimarse por sus acciones, decisiones y comportamiento frente a lo que denominamos anomia institucional, originada por ellos mismos.

Es el epítome de una partidocracia que no sabe descomponer la realidad de la hiperrealidad, la realidad de la representación, para ellos todo es imagen, todo es pose. Todo es lo que yo creo y nada está por encima y fuera de mí. Es como aquel político del PLD, ex director de Presupuesto por 8 años, contratado y pensionado en el Banco Central, que dijo “La Reforma Fiscal cuando Danilo Medina, no se hizo por Marcha Verde”. ¡Es como decir: di algo, no importa que, el ruido del carro de la historia no nos tomará en cuenta de todos modos porque no se da cuenta que nos encontramos en presencia de los dos: realidad y representación!