En mi artículo anterior critiqué dos actitudes dañinas para las prácticas pedagógicas de nuestro país. Una de ellas es el culto a los procedimientos y técnicas de enseñanza, una especie de fetichismo del método, en detrimento del conocimiento que debe construirse con la ayuda de los métodos y las técnicas. La otra actitud perjudicial es la ausencia de una mirada interdisciplinar. Quiero retomar esta última idea para el debate sobre la reforma de la educación dominicana.

La interdisciplinariedad consiste en la propiedad de establecer un diálogo entre las perspectivas que corresponden a distintos campos o especialidades en función de las necesidades propias de una determinada situación problemática. Si queremos comprender un fenómeno tan complejo como el autoritarismo requeriremos de distintas especialidades, porque los problemas complejos se explican a partir de una multiplicidad de variables que no se enmarcan en un campo exclusivo del saber.

Por ejemplo, comprender los factores que han incidido en las prácticas políticas autoritarias dominicanas requiere de un análisis sociológico, porque dichas prácticas responden a factores sociales, pero también, dichas prácticas responden a una tradición histórica, por lo que el análisis histórico es necesario para comprender las raíces que originaron dichas prácticas. Al mismo tiempo, éstas implican la asunción de unos supuestos, de una concepción del mundo, por  lo que el análisis filosófico cumple también una función importante.

Del mismo modo, la educación es un fenómeno complejo  y el diseño del curriculum,  de los planes de estudio y de los programas requiere de una mirada interdisciplinar.  Se necesita del análisis psicológico para explicar el funcionamiento de los procesos de aprendizaje, del análisis filosófico para comprender los supuestos en que se basan los métodos y técnicas pedagógicas, de la antropología, pues los procesos de aprendizaje se dan en el marco de una cultura, para poner tan solo algunos de los tipos de análisis relacionables con los procesos educativos.

En este sentido, cualquier proceso  sobre el estado actual de nuestra educación y las acciones para transformarla requieren de una mirada interdisciplinar. Desde esta perspectiva el proceso educativo se interpreta en términos más integrales, abandonando la obsesión por las técnicas y procedimientos para situarlos en relación con las distintas áreas del conocimiento. Implica también una actitud crítica con respecto a ciertos paradigmas oficiales que coquetean con el relativismo epistemológico y con el desconocimiento de las líneas de investigación más recientes, como muchas de las distintas modalidades del constructivismo.

Como expresó una vez el filósofo Karl Popper con una metáfora: “no existen disciplinas, sino problemas”.  Esto es más válido aún refiriéndose a la educación. Sus problemas requieren soluciones en las que nos involucremos practicantes de las distintas especialidades, seamos de las ciencias naturales y sociales, o de las denominadas ciencias humanas.