Quisiera no saber quién es Fausto Rosario Adames para poder escribir con más soltura estas letras de reclamo. Quisiera no conocerle, pero ya hace unos años entablamos recíproca amistad aunque la misma no sea de primer orden, intima ni familiar… Pero él vuelve a ser objeto de amenazas y quienes estamos en un entorno ambiental donde la comunicación juega un papel esencial, sin que seamos profesionalmente relacionados, nos movemos viéndonos en el espejo de Fausto como ya antes otros tantos se vieron fatalmente, desde los oscuros años de la dictadura larga y pasando por los aterradores de la transición hacia la democracia. Lastimosamente en pleno ejercicio democrático han ocurrido tantas muertes como en las dictaduras del pasado. Esto es así porque los móviles se mezclan y entre el crimen político, el pasional y el delincuencial, la sumatoria perversa apunta hacia desequilibrios vergonzantes.
Es justo dentro de esos nubarrones de vandalismo que no quisiéramos que se disfrazara una trastada de mal agüero contra un periodista como Fausto Rosario Adames.
Porque como los criminales no tienen un padrón en sus manos, y se supone que seleccionan al azar, lo más simple es criminalizar una acción y revestirla de delincuencial haciéndola pasar como parte del desorden de la inseguridad ciudadana que afecta a todo el país. Y ahí, o así, se puede asesinar a cualquiera que ejerza la ciudadanía públicamente. En otros países ya ha pasado. Aquí no lo podemos permitir. Aquí las garantías de la gente que hace opinión debieran ser mayores e inquebrantables, permanentes y prudencialmente efectivas.
Las pugnas partidarias, las fortunas atesoradas por políticos y dirigentes gremiales, ahora empresarios multimillonarios, sus bienes y séquitos de seguidores, son un peligro que las fuerzas del orden (si actuaran como tales) debieran tener bajo permanente vigilancia. De allí salen los crímenes de Estado, las conspiraciones, las urdimbres que se alimentan de las altas tecnologías y aprenden de las series de TV y del cine de acción.
Fausto son muchos, Fausto son muchas… Las vidas de los que orientan o sirven informaciones para simple edificación pública, trabajando con la verdad, se merecen atenciones mucho más allá de la simple integridad física de ellos mismos, y de sus familiares. Ellos son el país y es todo el país el que necesita y merece una mayor vigilancia sobre las posibilidades de enlutar la historia y salpicarla de sangre…