Siguiendo con el declive de la Feria del Libro, no asistí este año a la misma, como ha sido en los últimos años, por lo que no me enteré de la puesta en circulación de la novela de Enrique Lafourcade, La Fiesta del Rey Acab.

Sin embargo, cayó en mis manos un ejemplar de la edición dominicana de una novela que se enmarca en la lucha anti-trujillista del exilio. Como fanático de la novela histórica, disfruté reconociendo los lugares comunes de la “historiografía” del período trujillista.

Infortunadamente, me encontré con un texto de Rafael Escotto en uno de los periódicos alternativos de la red (disponible en el enlace siguiente: http://www.almomento.net/articulo/137555/La-fiesta-del-rey-Acab) dónde arremete en contra de la edición dominicana, con argumentos que desmerecen el rol histórico de la noveleta de Lafourcade, excelentemente presentado en el prólogo del Embajador Pablo Maríñez.

Reclamar que el autor no debe ser homenajeado, porque el Presidente Piñera no hace lo mismo con alguna obra dominicana para ser publicada en Chile, es una inconsecuencia. El valor de la Fiesta del Rey Acab abonó el ambiente para que la Reunión de Cancilleres de la OEA condenara a Trujillo por el atentado fallido en contra de Rómulo Betancourt.

Si el interés en el revuelo causado por la obra de Lafourcade, rememorada medio siglo después de aparecida en su primera edición, hubiere despertado la curiosidad sobre el autor, encontraría el papel protagónico como “enfant terrible” de las letras chilenas y que, como cronista de la realidad de su país, escribió una sobre los últimos momentos de “Allende” (que causó las molestia de la izquierda) y otra, “El Gran Taimado” sobre la dictadura de Pinochet (que surtió el efecto de molestar a la derecha). En consecuencia, el rol de “mala conciencia” de un escritor ha sido plenamente cumplido por Lafourcade.

Carlos Ernesto Sánchez, un poeta chileno, propone que el Premio Nacional de Chile le sea otorgado a Lafourcade (ver el enlace siguiente: http://blog.lanacion.cl/2013/01/21/el-silencio-de-lafourcade/) ya que en su padecimiento de los efectos de ese alemán insoportable que nos roba la memoria, está sumido en un silencio que contrasta con su pluma fructífera de toda una vida.

Ernesto Machler Tobar, Una divinidad implacable, la momia del tirano, (disponible en: http://cultural.uis.edu.co/files/momia%20del%20titrano.pdf) en un ensayo nos repasa la literatura de ficción dedicada en América Latina a la figura de los tiranos. Es buena repasarla, como para no creernos que somos inmunes a cometer el error de volver al pasado “que no siempre es mejor”.