Desde el 1979 vengo realizando acciones de inclusión social, laboral y cultural con discapacitados. Por eso, me considero con suficientes méritos para sugerir y demandar lo siguiente:
Muy a pesar de que se hayan creado los ministerios de la juventud y de cultura, así como otros organismos del estado y del ámbito privado, los discapacitados continúan dependiendo de los arbitrajes de quienes no tienen sus discapacidades y por ende sus propios intereses.
Más claro, los discapacitados, pese a que han logrado iniciar y mantener ciertos espacios de decisiones, las mismas son sujetas a políticas generales, no sectoriales.
Un caso visible es la calle. Las aceras, cuando existen, no son actas para cualquiera de nosotros, mucho menos para personas con cualquier tipo de discapacidad, incluso son un peligro para nuestros niños y nuestros ancianos.
Pero el problema, casi de causa y consecuencia, son los aspectos ligados a cultura. Porque reproduce el fraccionamiento de la sociedad negándoles transformaciones culturales y su participación en la conformación de la sociedad.
Discapacitado rico, o hijo de padres con buena posición, no es lo mismo que un pobre que incluso ni padezca discapacidades, imagínese si es pobre, negro y discapacitado (y es mucho peor si es mujer).
La discriminación se hace patente, dolorosa, criminal. Victima doble, quien sufre discapacidad, primero porque se le discrimina en su condición y segundo porque se le extrapola hacia un mundo de exclusión, ausente de soberanía.
Es el Ministerio de Cultura el llamado a influir en el individuo para que reconsidere, dude, sobre su modo de vida, que cuestione si es correcto y natural.
Esa tendencia al etnocentrismo es uno de los elementos responsables por incontables conflictos sociales al promover la discriminación, reproduciendo prácticas culturales donde el discapacitado es tratado de un mondo despreciativo, y en el mejor de los casos con compasión -tirando a pena.
Debe y puede crearse los mecanismos de articulación y de participación, pero estas acciones deben ser con el voto y palabra sonante del discapacitado, no de quien no padece algún tipo de discapacidad por mas concientizado que esté al respecto.