El análisis de la identidad de la población dominicana de ascendencia haitiana que se plasma en este articulo se extrae del estudio “ Procesos de Integración y Construcción de la Identidad de la población dominicana de ascendencia haitiana” ( Vargas Tahira- SJRM 2010)
La población dominicana de ascendencia haitiana percibe su identidad como la combinación de lo individual y lo social y refleja en su discurso el peso que tiene para su definición identitaria la socialización y la enculturación.
“La Enculturación es el proceso mediante el cual una cultura establecida enseña a los individuos sus normas, pautas y valores de modo que el individuo sea aceptado socialmente y desarrolle el rol esperado. El proceso de enculturación establece límites entre lo aceptado socialmente y lo no-aceptado que varía según la sociedad, grupo social o cultura. La enculturación se desarrolla desde la niñez, la adolescencia hasta la adultez y puede ser consciente o inconsciente” ( Barfield 2001: 155)
La enculturación en esta población resulta de la combinación de la socialización con grupos de pares en la niñez y adolescencia y el fortalecimiento de estas pautas de lo “aceptado socialmente” en el hogar.
El español es la lengua principal de esta población que en muchos casos no habla creol o lo habla muy poco.
Su sentido de pertenencia a grupos de dominicanos/as desde su niñez se plasma en sus historias de vida donde la referencia a la niñez se hace imprescindible para entender su sentido de dominicanidad.
Otro elemento que marca su identidad como dominicanos/as es su concepción del sentido de pertenencia al territorio. El hecho de que nacieron en el país y han crecido en él se convierte en una razón de peso para ser dominicano desde su perspectiva. Además a este elemento del nacimiento en el territorio se le agregan los aspectos culturales ya mencionados.
Su inserción en el tejido social sostenido en las redes sociales de apoyo y solidaridad es un eje fundamental de enculturación. Ellos/as forman parte del tejido de redes sociales que existen en las comunidades donde están insertos/as y muchos de los acontecimientos significativos de sus vidas están marcadas por estas redes como son: obtención de trabajos, apoyo en casos de enfermedad, préstamos de dinero, intercambio de favores y servicios.
A este tejido se le agregan los vínculos conyugales y de noviazgo donde prevalecen las relaciones de pareja entre dominicanos/as de ascendencia haitiana y población dominicana sin ascendencia haitiana en ambos sexos.
Hay que reconocer que el flujo cultural de pautas y patrones sociales es posible porque esta población no vive separada del resto de la población dominicana, sus grupos de pares en los centros educativos, sus vecinos y vecinas así como sus parejas y amistades provienen de población dominicana con o sin origen haitiano.
Este grupo poblacional vive continuamente situaciones de exclusión que le impide ejercer sus derechos fundamentales como el derecho a la educación, empleo, vivienda y una vida digna.
El despojo de su identidad a través de la negación de la renovación de sus actas de nacimiento, cédulas y pasaportes es un hecho que bien puede definirse como “genocidio civil” como plantea Juan Bolívar Díaz en un artículo reciente. (HOY, 17 Marzo 2013).
Definitivamente la población dominicana de ascendencia haitiana tiene una identidad dominicana fortalecida en sus prácticas, rasgos culturales y en la convivencia cotidiana. Sin embargo, se mantiene amenazada y excluida de sus derechos cívicos y sociales y es calificada como “extranjera” en su propia tierra.