La dominicanidad se impuso en el Clásico Mundial de Pelota:

Ahora toca con la Barrick Gold.

Con su triunfo sobre el equipo de Puerto Rico la noche del pasado martes en el Clásico Mundial de la Pelota, los peloteros dominicanos pusieron en alto la dominicanidad.  La mayoría del pueblo dominicano siguió el curso del desempeño de la selección dominicana; disfrutó cada triunfo, especialmente el obtenido sobre la selección de los Estados Unidos de Norteamérica.

La alegría se justifica con mucho. Porque no se trata de un simple triunfo deportivo, sino que el mismo toca las fibras de la dominicanidad.

La dominicanidad se expresó siempre en los triunfos de Juan Marichal; en cada ponche de Pedro Martínez y en cada “jonrón” de Samuel Sosa; en  las destrezas de la selección de volibol femenino y otras destacadas atletas; en las veloces piernas de  Félix Sánchez y en los puños y piernas de nuestros boxeadores y karatecas detacados y destacadas.

Otras naciones también celebran en grande los triunfos de sus selecciones deportivas. Pero en la nuestra hay  algo adicional.

Es que la nación dominicana lleva sobre si el peso de la traición de Guacanagarix en los días de la conquista española, en 1492. Lleva en su ser el hecho trágico de que nuestra raza aborigen fue diezmada sin ninguna piedad por esos mismos días.  Carga sobre sus espaldas el peso del hecho terrible de que hombres y mujeres fueran arrancados-as a la fuerza de sus tierras en África y traídos- as a la nuestra  para ser sometidas a la esclavitud.  Sufre las consecuencias de la traición a la República ideada por el patricio Juan Pablo Duarte.  Mueve en sus entrañas las consecuencias de dictaduras como las de Lilís, Mon Cáceres, Trujillo y Balaguer.  Lleva el trauma de dos intervenciones militares yanquis, que le cambiaron el rumbo natural.  Suma a sus males, los daños de huracanes como los de San Zenón, David y Jorge.

Maldice los desgobiernos que hemos tenido, con sus secuelas de corrupción, impunidad, entreguismo y generación de pobreza creciente.

Lamenta la pérdida de Manolo Tavárez y las Mirabal, de Caamaño, de Maximiliano Gómez y Amaury, entre otros y otras.

Recuerda con amargura el golpe de Estado al gobierno del profesor Juan Bosch en 1963, cuyos efectos negativos todavía se sienten.

Lloró con desconsuelo  la muerte del  Dr. Peña Gómez, porque vio  partir a destiempo a uno de los suyos en el que cifró esperanzas de redención.

Sufre la impunidad de la que se benefician criminales de toda laya incluyendo a los que asesinaron a militantes revolucionarios,; y que igual cubre a desfalcadores del erario público.

Son más de 500 años de reveses continuos sobre una nación digna de mejor suerte. De un pueblo que no se ha rendido y que ha luchado más que ningún otro en el mundo por su libertad y bienestar, siendo traicionado por los imperios y políticos lacayos justo cuando ha estado próximo a entrar en el rumbo de la historia que le señalaron sus progenitores como pueblo organizado en Estado libre y soberano.

Todo estos pesares salen en gritos y saltos de alegría en los ponches, batazos y corridos de los peloteros dominicanos. La señal del lance de la flecha de Fernando Rodney, el estelar “ picher cerrador” de  la  selección cuando ejecuta el último “out”, es ahora una estampa de fortaleza, orgullo y dignidad de gran parte de los dominicanos y dominicanas.

¡¡Qué cosa buena fuera, que la dominicanidad que hoy vuela por lo más alto con el triunfo de los peloteros dominicanos, volara más alto, alto más alto, con la nacionalización de la Barrick Gold,  y en todo el país se escuche el coro multitudinario decir: “Qué linda en el tope estás, dominicana bandera, quién te viera, quién te viera, más arriba, mucho más”!!.