Gabriel García Márquez en el discurso de aceptación del Premio Nobel en 1982 pedía para nosotros los americanos “una segunda oportunidad sobre la tierra” mientras recordaba que “Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara.”

Vale recordar cosas tan nuestras y por demás tan cercanas porque hoy, más de 500 años después, aún insistimos en entender y entendernos leyendo “El País”, un medio en el cual podría  perfectamente Antonio Pigafetta escribir los editoriales.

Al inicio de la transición chilena dos senadores (de uno por lo menos no se puede dudar de su cordura) afirmaron tener ‘contactos’ con un senador recién asesinado. Uno lo veía en la sala de sesiones del Senado y el otro derechamente afirmó tener diálogos con el muerto. Como los ‘videntes’ nunca redistribuyeron los ingresos petroleros, nadie de los Olimpos gobernantes hizo mofa.

Más acá y refiriéndose a uno de los dictadores más crueles que se ha conocido,  he escuchado en más de una ocasión que el tirano “Supo gobernar, porque se mantuvo en el poder”.

En Venezuela el llamado ‘Padre de la Democracia’ (¿le suena?) Rómulo Betancourt  asumió su primera presidencia en 1945 gracias a un golpe de Estado organizado por la ‘sociedad civil’ y militares jóvenes entre los que se destacaba como una de los cabecillas Marcos Pérez Jiménez.  Ese 18 de octubre de 1945 Betancourt ni pidió recuento de votos ni mucho menos ofreció “puertas por donde salir”.

En defensa de estas encantadoras manifestaciones de nuestra cultura, no podemos olvidar una de sus características más evidentes: se ve la “paja en el ojo ajeno” casi exclusivamente cuando el ojo y la paja son de quienes han iniciado procesos de cambios que afectan los intereses de los dueños de “la viga”.

Así, es imperativo volver a García Márquez: “¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social?”

Resulta innegable que Venezuela enfrenta una situación delicada ¿y cuándo no?, pero tampoco a nadie escapa que no se trata sólo de una elección con resultado estrecho: se trata de que ese resultado se da en un país dueño de las mayores reservas petroleras del planeta. Ese margen estrecho es la distancia entre quienes son los dueños actuales de esas reservas y quienes quisieran volver a quedárselas.

A quienes les toca conducir el proceso venezolano no creo, por respeto, que alguien tenga que darle consejos.  Lo que sí tenemos que hacer, por solidaridad, es recordarles la importancia de sus acciones futuras para todas y todos los que habitamos al sur del río Grande, que vemos en los cambios imposibles de desconocer una referencia de que los cambios no sólo son necesarios: Chávez demostró que son también posibles y que no se repetirá aquello de tener que volver a ‘morir inútilmente’.

Hoy no puedo evitar contarles que he recordado con especial cariño a la compañera Irene, campesina de las alturas de Mérida, dirigente campesina de una organización productiva que nos explicó su experiencia “populista”, de cómo cultivaban en las pendientes de los Andes sin provocar erosión con apoyo de un sistema de riego de alta tecnología y de cómo se distribuía la producción: una parte para los ancianos y los que no están en capacidad de producir en la comunidad, otra para los productores y la última al mercado. Esos campesinos de la altura salvaron su experiencia “por un estrecho margen”.

También se salvó “por un estrecho margen” el padre del chofer que me llevó al aeropuerto que es atendido de su hipertensión por un médico cubano que lo visita en su casa periódicamente.

Se salvaron los beneficiarios de las misiones de vivienda que habitan y los que habitarán sus nuevas casas sin los riesgos de desahucio del que gozan las víctimas de la burbuja inmobiliaria creada por los que hacen las cosas bien, hacen discursos cortos y se financian con decencia.

En fin, tampoco podemos olvidar que aquí nos salvamos todos por un “estrecho margen”.  Con eso en mente –y sin avergonzarse de nuestra cultura- mande buenas vibras a Nicolás Maduro, Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela cada vez que suba a una ‘voladora’, a un ‘carro de concho’ o a un ‘motoconcho’ y cuando en la gasolinera ‘ponga quinientos’ y muy especialmente cuando llene el tanque.  Lo podremos seguir haciendo “por un estrecho margen”.

“¡Gloria al bravo pueblo!
que el yugo lanzó
la Ley respetando
la virtud y honor.”