En el documento “El sector eléctrico: Hacia un plan integral” elaborado por el Vicepresidente Ejecutivo de la CDEEE, Rubén Jiménez Bichara y presentado por el referido funcionario ante la Cámara Americana de Comercio en el pasado mes de marzo, se hace un análisis sobre las fuentes de producción de energía, que aunque certero en datos actuales, carece de una evaluación del impacto futuro de ciertas variables que se están produciendo en el mercado de los Estados Unidos y que necesariamente impactarán las proyecciones en las que se fundamenta su propuesta en el largo plazo, produciendo resultados contrarios a los previstos.
El referido documento refiere que el carbón y el gas son los combustibles con menor tendencia de incremento, datos sobre los cuales (principalmente) fundamentan su nueva política de inversiones en la matriz de generación nacional para los próximos dieciocho años, planteando como meta el que para el año 2020 dependeremos en un cuarenta y seis por ciento del gas natural; en un treinta y siete por ciento del carbón, en un doce por ciento de fuentes hídricas y en un cinco por ciento de la combinación de producción solar y eólica.
Un plan nacional de energía debe fundamentarse en análisis a plazos más prolongados, tomando en consideración las características propias del sector, marcadas por las grandes inversiones de capital y los largos plazos de retorno; otorgando principal importancia a la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías. En Estados Unidos, por ejemplo, toda proyección en el área se realiza a un mínimo de cuarenta años.
No podemos emprender inversiones millonarias y cuasi permanentes en generación, sin tomar en consideración las posibles alzas de los precios del carbón en el mercado internacional, como consecuencia de las crecientes inversiones que se realizan en Estados Unidos y otros países de Europa en la explotación e infraestructuras para la distribución de gas natural; además del incremento de la política hostil, que actualmente mantiene la Agencia para la Protección del Ambiente de los Estados Unidos (EPA), contra las generadoras de carbón.
En un interesante artículo publicado en la revista de Recursos Naturales y Ambiente de la Asociación Americana Abogados, en su volumen 27, número 3, del 2013, de la autoría de Casey Thomas L. y David W. Mitchell, titulado “Se ha detenido la guerra contra el carbón de la Agencia para la Protección del Ambiente?” se da cuentas de que dentro de los últimos cuatro años, la administración Obama ha emprendido pasos activos hacia la reducción de la dependencia en el carbón en la generación eléctrica del país.
Concluye, el referido artículo, en que aunque hasta el momento la EPA ha sufrido importantes derrotas en los tribunales en su “guerra contra el carbón,” han probado ser muy exitosos en la aplicación de regulaciones a las unidades generadoras de electricidad, a las cuales les han impuesto restricciones en las emisiones de mercurio; en los gases de efecto invernadero; a modo de requerimientos adicionales para las estructuras de enfriamiento de agua; así como para la eliminación de residuos procedentes de la combustión del carbón; lo que podría producir, a juicio de los autores, un alza dramática en los precios e incluso clausurar numerosas generadoras de carbón.
En los Estados Unidos la crisis de los años treinta en la industria del carbón, como producto de la expansión de la explotación de los derivados del petróleo, encuentra su recuperación precisamente con el desarrollo de la industria eléctrica, a partir de la Segunda Guerra Mundial, lo que nos hace pensar que restricciones significativas en el sector que le ha servido de sustento histórico, producirían una nueva crisis de esa industria, con el consecuente aumento de los precios del mismo. Este análisis es sustancialmente importante si tomamos en consideración que actualmente se está hablando de clausurar 30000 kWh de producción de carbón en el noroeste de los Estados Unidos en los próximos cinco años y sustituirlos con generación de gas natural.
Este hecho sumado a la opinión de varios entendidos de que el carbón mantiene su importancia en la producción de electricidad de los Estados Unidos fundamentado en razones de índole políticas y no regulatorias, ciertamente produce una sensación de un futuro incierto para la industria del carbón.
En un país como la Republica Dominicana no se puede pensar en prescindir por completo de la generación de carbón, a la cual le queda larga vida en el país, aunque sea en funciones emergentes; sin embargo, entendemos que es el trabajo de los líderes y generadores de políticas el decidir considerando el más amplio espectro de variables, así como el de observar el comportamiento de los mercados; especialmente en un tema considerado de seguridad nacional y fundamental para el desarrollo, que actualmente atraviesa una profunda crisis y donde definitivamente no tenemos espacio para equivocaciones.