El final de año es  tradicionalmente el tiempo de pasar balances, de ponderaciones y de vaticinios. Algunos se especializan en análisis “profundos”. Mis balances son menos intelectuales; son  de “feelings”, de epidermis.  Será por esta razón que me siento triste en estas Navidades Brillantes. Siento que se nos escapa la esencia y sin la esencia lo que se nos escapa es la cordura.

Según donde uno se ubica en el arco iris del pensamiento y de la vida lo que es motivo de alabanzas y regocijos para unos no lo es para otros.

Sin ser aguafiestas y ver solo el vaso medio vacío, tengo dificultad en regocijarme con una Navidad sin Hoyos, una Navidad Brillante, una Navidad con exaltación de los peores recuerdos, una Navidad con la profundización del paquete fiscal. En cuanto al nuevo año, éste nos entrará con una sociedad dividida y manipulada por una sentencia que nos hubiéramos podido ahorrar, con atentados graves a nuestro medio ambiente y con la expectativa de una fábrica de presidentes que pretende no quebrar hasta 2044.

He perdido la fe; como cada año, nos anuncian una Navidad sin Hoyos. Sin embargo, por experiencia, sabemos que recaeremos más hondo después de las festividades, ya que los hoyos siempre vuelven en los mismos lugares en que han sido tapados.

En un tramo sin hoyos podemos ir a regocijarnos con la Navidad con Luces. Al igual que millares de munícipes ávidos de diversión gratuita podríamos contribuir a entaponar las calles del centro de la ciudad, a molestar las Navidades de los vecinos del sector, para aprovecharnos de luces que no siempre tenemos en casa. Sin embargo, no podemos hacerle coro a un síndico que aplica descaradamente -al igual que el gobierno central-  el  Panem y Circenses de los romanos. Pan y juegos para el pueblo. Ochocientas mil cajas navideñas, sin contar las de los barrilitos y cofrecitos, y juegos de luces para los sectores desfavorecidos. Fiestas que como las luces son evanescentes y no dejan huellas. Fiestas pagadas con el dinero del contribuyente, el nuestro, el suyo, que alimenta sobre todo la propaganda, promoción y publicidad de nuestros insípidos gobernantes

Mientras tanto, los que no recibimos dádivas y no gozamos con este tipo de luces solo tenemos derecho a unas Navidades con Paquete Fiscal. Invito a los que no han empezado sus compras a salir a la calle y comprobar lo que es la primera Navidad con el arsenal completo del paquete fiscal. Verán las alzas desmedidas de los precios hasta en los artículos de la canasta familiar y lo que esto conlleva en el deterioro de su calidad de vida.

En cuanto a compartir mi Navidad con mis vecinos, con algunos ni me atrevería. La inútil sentencia del Tribunal Constitucional, la hemorragia de opiniones de toda índole que esta ha desencadenado, nos divide hasta en el seno familiar en torno a ejes donde argumentos valederos son utilizados con mala fe para encubrir sentimientos perversos.

Será fruto de estas mismas manipulaciones, o de la ignorancia, que en estas Navidades la Fuerza Aérea de República Dominicana designó la promoción de cadetes de este año con el nombre de Fernando Sánchez hijo, violador de los derechos humanos que debió ser juzgado por crímenes de lesa humanidad, haciendo más imprescindible que nunca la necesidad de una Comisión de la Verdad.

Como promesa de futuro el año nuevo se abre con el desalentador panorama de la instalación de plantas de carbón, en vía de eliminación en todos los países que las han implementado, en razón  de los daños excesivos a la salud y al medio ambiente, saludadas con aparente unanimidad por casi todos los sectores del país y con el primer picazo a la  carretera Santiago-San Juan que destruirá, con regocijo de muchos inconscientes,  ecosistemas fundamentales. Como si todos estos anuncios no fueran suficientes para aguar la fiesta nos enteramos que la fábrica de presidentes pretende mantenerse activa hasta 2044. Prepotencia y fanfarronadas electoralistas pueden prestar a risa, pero también revelan hasta dónde puede llevar la megalomanía.

¡Felices fiestas!