Hupia
El COVID 19 empujó un tránsito viejo
La sociedad no aguanta más estrés. Todos los dominicanos debemos estar prestos a ayudar desinteresadamente, en aras de que el Ministerio de Educación de la República Dominicana, desarrolle un trabajo de cambio de una cultura análoga de enseñanza, hacia una cultura a distancia, combinada en todas las modalidades posibles.
Las circunstancias hacen que el profesor en este momento de crisis pandémica, en pleno proceso de completar las calendas del segundo decenio del Siglo XXI, tenga que hacer lo que debió hacer hace 20 años, tomar el camino de la virtualidad docente. Se perdieron 20 años de perfeccionamiento y nos rezagamos frente al mundo europeo, asiático y de los pueblos que ocupan el norte de América. Ese descuido puede convertirse en la espada de Damocles para los sectores de mayor vulnerabilidad de nuestra nación.
En los lugares que mencioné anteriormente, tomaron la previsión necesaria y se colocaron a la altura de las circunstancias, viendo en perspectiva como cambiaba la cultura humana asumiéndose homo videns, sobre una sociedad teledirigida, como advirtió Giovanni Sartori en el año 2006 y fue previsto por el Foro Presidencial por la Educación, efectuado durante todo el año 2007 como antesala del lanzamiento del Plan Decenal 2008-2018.
Hemos perdido la oportunidad que ofrece la previsión, las ventajas que puede generar este elemento de la gestión, para trabajar sendas de mejora, innovación y actualización. Ahora tenemos que ir de prisa, asumiendo los riesgos que traen las acciones imprevistas, en un momento de alta peligrosidad sobre el sentido de educar.
De pronto, el profesor tiene que cambiar el confort de la pizarra, por la pantalla de su ordenador pc, su tableta o su teléfono inteligente. A seguidas, sus dedos acostumbrados a tomar la tiza, el borrador, el compás, el texto o el cartabón, tienen que tomar el ratón, creado por Steven Paul Jobs, para hacer clic sobre sus propósitos, con los temores propios de un cambio inusitado. Y en ese mismo desenlace de su práctica intrépida, tiene que cambiar sus marcadores o su tiza, por un teclado para escribir.
Lo que debió tomarnos 10 o 15 años de ajustes, tiene que precipitarse en unos meses, encontrando a un profesor estresado, ansioso y preocupado por la calidad futura de su quehacer docente.
En la familia, la cosa no va diferente. El estrés y la ansiedad es peor que la de los profesores, porque los padres tienen que ir a trabajar para el sustento familiar, dejando con el servicio, la abuela, una tía o cualquier familiar a sus hijos, complicándose con la ineficiencia energética, la baja calidad del wifi, entre otros problemas de ese improvisado entorno escolar dentro de sus hogares.
El asunto es para preocuparse en serio. Los sistemas educativos son complejos de por sí, qué será en estas circunstancias de emergencia nacional. Y las cosas se ponen color de hormigas, cuando vemos las críticas negativas y algún que otro francotirador, ajustando sus miras telescópicas hacia las cabezas directivas del sistema.
La sociedad no aguanta más estrés. Todos los dominicanos debemos estar prestos a ayudar desinteresadamente, en aras de que el Ministerio de Educación de la República Dominicana, desarrolle un trabajo de cambio de una cultura análoga de enseñanza, hacia una cultura a distancia, combinada en todas las modalidades posibles.
Este cambio de cultura hacia la educación a distancia debe ser un asunto de todos. No será fácil cambiar la cultura organizacional del sistema educativo, pero es necesario, debido a la necesidad imperante. No será fácil para los padres, pero el futuro del año escolar de sus hijos está en juego y ellos deben tomar las medidas urgentes y necesarias.
Los sacrificios serán muchos, pero los resultados nos harán crecer intrínsecamente como personas y el país de mañana les agradará su accionar de responsabilidad social y paternal.
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