Estuve leyendo un excelente artículo publicado en Acento y firmado por una joven estudiante de nombre Gabriela Alvarez Guerrero, sobre el tema del “bullying” o las agresiones y burlas que suelen ser bastante frecuentes, entre estudiantes de escuelas y colegios (me temo que demasiadas veces, con la ayuda inadvertida, o hasta consciente, de profesores, directores y autoridades).
La buena noticia es que en República Dominicana hay una iniciativa, de la que la articulista forma parte, para confrontar esas extendidas conductas de hostigamiento y maltrato entre estudiantes.
Aún considerando las limitaciones que pudiera tener el proyecto, de por sí es una conquista el solo hecho de que se identifique y se articule una confrontación de estos problemas, que por extendidos y crónicos, se dan por normales y se consolidan, propagan y se convierten en tradición, sin importar que sean situaciones desesperantes, humillantes e inhumanas, que afectan a niños, niñas y adolescentes, completamente vulnerables.
Las consecuencias marcan negativamente a víctimas y victimarios y esto constituye un horrible entrenamiento para las relaciones sociales definidas por un alto nivel no solo de aspereza, grosería y agresividad, sino de atropello, injusticia, explotación y violencia.
La agresión incluye -y comienza- con la relación Estado-ciudadanía, con la relación entre quienes controlan y manejan los recursos y quienes no tienen mecanismos institucionales para pedir cuentas
En la escuela se reproduce lo que se da en el resto de la sociedad aunque, efectivamente, las intervenciones en la escuela, mediante programas que identifiquen y confronten esas conductas, pueden ayudar a sanarlas y corregirlas y a educar y sensibilizar a educadores, educandos y padres en torno a ellas.
Quizás hasta sea posible que en algún momento del futuro, cuando haya alguna conciencia sobre lo inadmisible del abuso, el acoso y el atropello que ejercen unos estudiantes sobre otros, como si fuera parte “natural” de su inmadurez -y crueldad- infantil y adolescente; también se empiecen a cuestionar los abusos que parten de las autoridades y tal vez hasta acabemos redefiniendo qué es una autoridad, cuáles son sus atributos, cuáles son sus alcances, cómo se deslindan autoridades gubernamentales de autoridades religiosas particulares y cuándo sus funciones se convierten en abuso de poder y en delito y crimen, como en los casos de acceso privilegiado a bienes públicos y los casos de pederastia, especialmente los correspondientes a autoridades religiosas, que cuentan con los apoyos de una iglesia para macutear impunidades y esconder a violadores de niños bajo el amparo de sotanas escarlatas, mientras salen a fiscalizar, y a querer censurar,
felices orgasmos voluntarios de nalgas adultas y ajenas.
Un famoso documental del cineasta Michael Moore sobre la matanza protagonizada por dos jovencitos y ocurrida el 20 de abril de 1999 en una escuela de Estados Unidos, hace un agudo paralelismo entre la violencia exhibida por los dos alumnos, por un lado y, por otro, la violencia de su sociedad, su entorno, su cultura y la violencia que desplegaba el gobierno norteamericano con los conflictos bélicos. El trabajo muestra una conexión entre la violencia extrema de un par de jóvenes psicópatas con acceso a armas y la legitimada y prestigiada violencia de un gobierno y de un orden social.
La violencia, el acoso, la burla, para imponerse sobre los demás -y la violencia como reacción desesperada ante los abusos de otros, o la sumisión o la internalización del auto desdén – definen gran parte de relaciones primitivamente jerarquizadas, con muchas tareas pendientes en materia de convivencia y de respeto a los derechos y a la integridad de las demás personas.
En la sociedad dominicana hasta el humor de los comediantes suele tener unos brutales y burdos mensajes de agresión sexista, racial y política y las convivencias “normales” entre mucha gente, incluye permanentes apelativos y actitudes, que parecen responder a una necesidad de reducir y menospreciar a otros.
Lo que falta de cuestionamientos a las autoridades; de resistencia a los abusos recibidos desde arriba y de criticismo al desempeño en funciones públicas, sobra en hostigamientos personales contra vecinos, conocidos, compañeros, familiares y amigos.
Gentes de una sociedad domesticada para ser blandita cuestionando los problemas públicos, la corrupción, la impunidad y la ausencia de las políticas públicas correctas y los crímenes y delitos de los poderosos, están condicionadas para desgastarse en enconos, querellas y chismes particulares.
A veces hasta cuando se critica a personajes a los que le sobran los requisitos para ser criticados, se les cuestiona por las razones equivocadas, porque hay un condicionamiento social que desvía lo que realmente es de interés público, hacia la minucia privada. La Iglesia Católica ha hecho grandes aportes a esa patología cultural, proporcionando unas varas de medición que solo alcanzan para las pajas -si es que son tales- y no para las vigas, de las que ella forma parte.
El Judío asesino de Cristo. El Trompa ‘e puerco. El convertío que no cree en la virgen María. La gambá. Ese cuero’ el diablo (la novia del hijo) tiene al muchacho consumío y no lo deja estudiar. Un jinchaíto de Moca. Uncomemierda. Unmamaguevo. Una china azarosa. El maldito bico. Las putas de Mao y de Nagua. Un siembrahielo de Baní. Los privones de Santiago. La jojota. Una boricua ‘e mierda. Un haitiano del coño. Lo barrial.
El hipopótamo, la ballena, la vaca, el pansú, la loca, el loco, el viejo, la vieja, la diente’paleta, el prieto, la cabeza e’pimienta, el maricón, el cundango, el partío, el bugarrón, la tortillera, el avión, la pajonúa, la chopa, el ñeco, el tullío, el madialengua, el gago, el pariguayo, un patapoelsuelo, unapatarajá, el pelao, la coja, la larga, el enano, la cara ‘e guayo, el gordo, la gorda, la canilla seca…todos forman parte de la abultada retahíla de los otros a los que hay que odiar, o al menos consignarle la diferencia que marca las distancias.
No solo, ni primero, los niños y adolescentes en las escuelas y colegios incorporan a su vida diaria y a sus relaciones habituales, agresiones contra los compañeros, sino que la discriminación y la burla y actitudes de hostigamiento y abusos están presentes de la manera más primitiva y cruda en la cotidianidad de los adultos, que se mantienen en su categoría de Alfas -o que ejercen una cuota de la misma- aplastando a otros.
La agresión incluye -y comienza- con la relación Estado-ciudadanía, con la relación entre quienes controlan y manejan los recursos y quienes no tienen mecanismos institucionales para pedir cuentas.
El país en pleno padece un permanente bullying por parte del gobierno. A este hay que reeducarlo. ¿No hay un reformatorio para internarlo?