El pasado 25 de abril la firma encuestadora Gallup reveló los resultados de una medición en la que presentaba al ex presidente Balaguer como el más admirado por el pueblo dominicano por encima de las figuras de Juan Bosch y Peña Gómez.

La revelación generó múltiples reacciones y no faltaron quienes lo atribuyen a un plan para desacreditar a otros líderes.

No cabe ninguna duda de que Bosch y Peña Gómez encarnan el ejemplo que debe normar la práctica de los actuales políticos en términos éticos.

Empero admito que para mí no ha sido sorpresa que Balaguer resulte con tan elevado porcentaje de admiración y una pregunta que me surge es ¿qué han hecho los discípulos de Bosch y Peña Gómez para que no fuera así?

Balaguer y el Partido Reformista se convirtieron en el aliado por excelencia de ambos partidos para escalar al poder lo que le ha permitido mantener su vigencia y les remito a la famosa alianza rosada o el mal llamado frente patriótico.

Quienes le han dado vigencia a Balaguer no ha sido la población y ni siquiera los reformistas convertidos en partido bisagra, sino los mismos perredeístas y peledeístas.

La forma de gobernar de los últimos presidentes tanto en blanco como en morado ha estado más cerca de la práctica balaguerista, que de la reciedumbre ética de Bosch y Peña Gómez.

Si Balaguer es el más admirado quizás no es porque lo merezca, sino porque esos partidos mayoritarios son sus principales admiradores y lo han mantenido vigente. Balaguer está presente en las funditas de navidad, en el clientelismo, en la permisividad ante la corrupción, en los reiterados intentos reeleccionistas y en las obras de construcción que se inauguran en cada gobierno priorizadas sobre la salud y la educación.

Balaguer es el más admirado porque lo admiran quienes deberían odiarlo y su estilo de gobernar ha sido el modelo escogido por los blancos y morados basados en los beneficios políticos que genera.

Desde el mismo momento que se le proclamó padre de la democracia lo ubicaron por encima de Juan Bosch y del propio Peña Gómez aún sabiendo que ambos fueron víctimas de sus fraudes.

El otro partido fundado por Bosch se inició en los afanes de gobernar de la mano de Balaguer el día triste que levantó su mano al lado de un Juan Bosch que no gozaba de la plenitud de sus facultades mentales endosando desde aquel día las simpatías de ese partido a uno que no era colorado haciendo realidad la máxima de que en política no hay rivales débiles ni enemigos irreconciliables.

El valor y la vigencia se la han dado los partidos tradicionales, y por ello no creo que sea la sociedad la que ande mal, quienes andan mal son los que representan el poder político y que han renegado de sus figuras emblemáticas.

Pretenden que Balaguer no tenga vigencia y sin embargo lo imitan a diario provocando el recuerdo de su forma de gobernar esta vez encarnada en cualquiera de sus líderes tanto de blanco como en morado. De hecho tengo cierta inquietud en pensar que a quienes se consultó para llegar a esa conclusión fue a la misma clase política que mal nos representa.

Les exhorto a los más jóvenes que si quieren conocer a Bosch y Peña Gómez acudan a sus escritos porque si lo buscan en el ejemplo de sus partidos no lo encontrarán.

Cuando dejen de imitarlo posiblemente Balaguer pierda vigencia, mientras tanto a ustedes hay que agradecer que hoy sea el más admirado, no se quejen.

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