Como si fuese un jardín secreto, todo dominicano tiene en su corazón: “un Perredeista, un Uasdiano y Guagüero. Hay  que cuidar el huerto para que  no muera la ética de lo mal hecho, incrustada  en nuestra historia como si fuese un gen.

El perredeismo no es un partido, es la rutina del desorden que encuentra eco en la tradición de ser dominicano. Es más que una ideología, es la emoción latente de toda una cultura.

Es casi un absurdo que un partido con más de 70 años de formación, permanezca, en pleno siglo XXI sin una lógica institucional para resolver el más mínimo  conflicto interno. Entiéndase por institución, “un sistema de pautas relativamente permanentes organizadas” que permiten fiscalizar o sancionar conductas violatorias a las normas legisladas o establecidas por un grupo.

Por esa tradición del desorden y la carencia de institucionalidad que caracteriza al pueblo dominicano se puede comprender que más de un 47% de la población dominicana, incluyendo intelectuales ingenuos, votaron no sólo por el PRD  sino por Hipólito Mejía, un personaje absurdo, ridículo, sin comprensión, sin herramientas intelectual es para dirigir el destino de una nación.

Solamente en esa arqueología criolla que desprecia el rigor, se justifica, que un partido desordenado, dividido, con poco dinero para montar su campaña electoral, representado por un cómico desatinado, fuera de escenario, obtuviera la mayor cantidad de votos en las elecciones presidenciales.

En este escenario radica lo que yo llamo esa “arqueología del perredeismo, del guagüero, y del Uasdiano”. Esa que llevamos adentro, que no implica una ideología partidista, es más hondo el malestar, se aloja en las entrañas de la dominicanidad. Estamos fichados como un paquete que siempre encuentra su razón de ser en lo mal hecho.

El ámbito dominicano está contaminado por esa “arqueología Perredeista”. Somos hijos del desorden, el disparate, la charlatanería, el “tigueraje”, el bulto simulado como discurso del hacer, la falta de contacto entre la palabra y la acción. Las consecuencias de estos indicadores han construido una nación mediocre y chapucera.

Únicamente en esa arqueología de la “anomía social” en que se encuentra sumergida la sociedad dominicana se puede explicar que en plena época de grandes avances tecnológicos, el partido más antiguo de esta sociedad  tenga que buscar como mediador al cardenal. ¿Es que acaso los signos de la edad media siguen siendo más efectivos para mediar conflictos que los procedimientos institucionales? De ser así, el PRD no es más que un mito que ya cumplió su rol, pues,convendría a la sociedad dominicana y a los integrantes perredeistas que ese partido se desintegre.

Hasta que este país no reforme o elimine de la cotidianidad dominicana al  PRD y a la UASD no avanza. No vale inversión en educación, crear más empleos, etcétera. No servirá de nada ninguna inversión hasta que no se comprenda que las dos instituciones que más han incididos e inciden en el quehacer político y cultural dominicano son reproductora de una cultura de lo mal hecho.  Ya es tiempo de comprender que en término de inversión-beneficios estas dos instituciones son un fiasco. Y en mí parecer, la UASD debe ser intervenida. No incluyo al PLD porque es un partido sin incidencia en el pueblo dominicano. Sin arraigo cultural. Además, son los príncipes modernos de la arqueología de la corrupción…

¿Por qué la UASD y el PRD son las dos instituciones que más han incididos e inciden en la cotidianidad dominicana? Los congresistas dominicanos, gremio de Profesores, gremio de abogados, gremio de médicos, Profesionales de los cuerpos castrenses, profesionales del estado, gremio de empresarios. Los dos partidos políticos mayoritarios. Casi todas estas entidades están profundamente vinculadas a la UASD o al PRD, son y siguen siendo entidades mediocres, modelos de una ética de lo mal hecho.

Reflexionemos, hay que detener el verdadero cáncer de la sociedad dominicana.