Frecuentemente, se habla de la pérdida de la biodiversidad o de la reducción de las áreas protegidas, situación que siempre estará presente en éstas.  Mientras el desarrollo tenga lugar y el crecimiento poblacional no se detenga, las preocupaciones continuaran…

Sin embargo, los recursos humanos que vigilan dichas zonas para su conservación y protección, están desapareciendo.  La razón es sencilla: ese personal se va retirando por vejez, pensiones y muertes.

Ahora la juventud no le gusta ese tipo de ocupación y si lo hacen no se “adentran” en los bosques naturales y mucho menos no tienen interés, en conocer la flora y la fauna que encierran las “cuentas de ahorro” para las presentes y futuras generaciones.

Para ilustración, conocemos el caso del señor Francisco Antonio Peralta (Bolo), quien con más de 30 años en servicio -en el Parque Armando Bermúdez-, es un “científico” autodidacta.  Bolo conoce por sus nombres vulgares prácticamente todas las especies de la flora y la fauna contenida en este Parque Nacional.  Igualmente, conoce las plantas medicinales, identifica las aves por su canto y conoce el nicho donde viven.

Además, a diferencia de los otros vigilantes y guías, conoce la zona palmo a palmo y no solamente por los trillos y caminos que conducen al Pico Duarte.

La pericia de Bolo, identificando las distintas especies de flora y fauna, ha sido reconocida por los investigadores –ecólogos, botánicos, ornitólogos y exploradores- de la prestigiosa Universidad de Cornell, quienes han conducido estudios en el Parque, en los últimos 16 años, sin ningún costo para el país.

Así como bolo, los demás vigilantes, pasan los días o años que le quedan, lamentando que, con salarios muy bajos, sin dieta para hacer las travesías, sin botas ni herramientas mínimas para desempeñar sus útiles servicios, la generación de relevo, no se estimula a trabajar en el Ministerio Ambiental a no ser que le envíen el cheque a la casa, proclamando que son activistas del partido de gobierno.