Luego del paso de la tormenta Chantal por el territorio de la República Dominicana, en el país han surgido voces (en algunos casos muy autorizadas, como es el caso del Prof. Fernando Mangual) abogando por la construcción de más presas, como forma de salvar vidas, intereses agrícolas y como medio para producir energía limpia, a bajo costo.

Desde nuestro punto de vista, iniciar la construcción de un sistema de presas apegado a un plan general de desarrollo a largo plazo podría resultar en una medida positiva para el país; sin embargo, lo contrario sería condenar a la población a padecer los problemas propios del exceso de construcción de presas, produciendo daños irreparables y sobre todo, aumentando el peligro de inundación de aquellas comunidades a las que se pretende proteger con el levantamiento de las mismas.

La construcción de presas no es siempre negativa para la biodiversidad y así lo demuestran varios proyectos donde las mismas se han utilizado para restaurar ecosistemas en peligro y de ese modo, se han salvado muchas especies amenazadas, especialmente de aves migratorias. De hecho, entre los 1,345 humedales de importancia Universal que aparecen listados bajo la convenció Ramsar, unos 100 son artificiales.

Sin embargo, no obstante lo referido precedentemente, también hay experiencia documentada, donde las presas han ocasionado daños tan graves que, en muchos casos, se ha considerado la destrucción de las mismas, aun a muy altos costos.

Ese es el caso de Estados Unidos, donde desde el 2005, bajo la administración del expresidente George W. Bush (que no fue muy ambientalista), el Departamento de Comercio, a través de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (mejor conocida por sus siglas en inglés como NOAA), se inició un plan, denominado “Iniciativa para Liberar los Ríos,” para remover tantas presas como fuera necesario, a fin de salvar ecosistemas, fuentes de agua y especies de peces migratorias. El resultado de la referida iniciativa implementada por la NOAA ha sido la destrucción de unas 300 presas, con la subsecuente liberación de miles de millas de río.

De acuerdo con lo expresado por el Profesor Robert Glennon, en su libro “Insaciable: La crisis del agua en América y qué hacer al respecto,” “…la era de la construcción de presas en los Estados Unidos ha llegado a su fin. Algunas presas pequeñas pueden ser construidas, pero cualquiera que piense que resolveremos nuestra crisis de agua mediante la construcción de nuevas presas, está ignorando conscientemente la ausencia de lugares apropiados para la construcción de presas, el costo enorme de las mismas y las sustanciales objeciones ambientales.” [Traducción libre del escritor]

A este respecto, la Federación Mundial para la Vida Silvestre, conocida por sus siglas en inglés como WWF, ha opinado que las presas en la mayoría de los casos representan una mala noticia para la diversidad biológica, ya que las mismas propician: La alteración del flujo natural de las aguas, con la consecuente disminución y hasta eliminación total de las especies de peces migratorios y el declive en la calidad del agua, siempre que el aumento de la salinidad (especialmente en el Caribe) hace que el agua deje de ser acta para consumo humano o para los fines agrícolas.

Adicionalmente, las presas alteran el flujo natural de sedimentos y nutrientes, con lo que se produce la modificación de la morfología del lecho de los ríos, causando inundaciones, destrucción de la navegación, aumento de tóxicos y daños generalizados a los ecosistemas. De acuerdo con la WWF hay una influencia entre las presas construidas en los ecosistemas tropicales, con la producción de gases de efecto invernadero, debido a la producción de dióxido de carbono (CO2) y metano, que surgen del proceso de descomposición de árboles y plantas.

Ante este cuadro compuesto por realidades irrefutables y altamente conocidas, debemos entender que técnicos planificadores de la talla del Profesor Mangual deben tener a mano información y estudios de mucho peso, a fin de proponer la construcción de nuevas presas en República Dominicana, siempre que pensar de otro modo sería ofender la experiencia y preparación de los mismos.

Sin embargo, es nuestra opinión que de existir esos estudios e informaciones, los mismos deben ser transparentados a la población en general, para que así todos evaluemos en igualdad de condiciones la procedencia o no de los mismos y que las decisiones sean inteligentes, factibles y de consenso, tomando en consideración todas las alternativas posibles. Después de todo hay muchos problemas ambientales que se resuelven con tan solo reconocer que no todos los lugares están adaptados para el asentamiento humano.