El sistema de gobierno republicano democrático vigente en el país, consagra la plena separación de los poderes del Estado para mantener el necesario equilibrio entre estos poderes y garantizar la creación del clima de gobernabilidad, elemento esencial para la conservación de la paz social y propiciar el desarrollo de las actividades sociales y económicas de una nación.
La representatividad congresual ha sido asumida como la forma más idónea para garantizar la expresión y el obligatorio consenso entre todos los actores que actúan y tienen presencia en la vida nacional.
Recientemente fuimos testigos de la extraña celeridad como el Congreso Nacional, aprobó el nefasto proyecto de reforma fiscal enviado por el presidente Danilo Medina, acción que no tomó de sorpresa a muchos, conociendo la disposición de estos legisladores, de refrendar todas las iniciativas que le son enviados desde el palacio nacional.
Realmente no entendemos la necesidad de la urgencia para aprobar este proyecto, que afecta negativamente a tantos sectores del país, premura que no se práctica cuando se trata de alguna iniciativa que contribuya con el bienestar de la población, como es la ley de partidos políticos por citar un ejemplo.
La sociedad dominicana tenia que esperar esta actitud de los miembros del congreso peledeista, de sumisión y obediencia a las directrices del Poder Ejecutivo para aprobar la reforma fiscal, sin modificaciones, y sin escuchar los justos reclamos de los distintos sectores representativos de la sociedad civil.
El Congreso Nacional con esa actitud y con la honrosa excepción de los diputados del PRD, la diputada Minou Tavarez Mirabal del PLD, la diputada Guadalupe Valdez, además de Ito Bisonó, se coloca de espalda a los sentimientos de las más amplias mayorías del pueblo dominicano, que en todo momento mostraron su desacuerdo con la aprobación de la reforma fiscal, demostrando con esta actitud que entienden no tener ningún compromiso ni obligación, con sus representados, que es el pueblo dominicano.