Johan Liriano es el jefe de la Dirección Nacional de Control de Drogas en el Aeropuerto Internacional Las Américas. Es coronel de la Policía y está irritado con los periodistas, porque según él mismo ha confesado, los reporteros lanzan las informaciones sin previamente pasar por el cedazo de la DNCD.

Ha agredido a un grupo de reporteros, los ha amenazado con crearles expedientes por droga, cosa en la que tiene experiencia y que resulta de triste recordación, porque los periodistas brindan informaciones cuando los procesos de investigación están en marcha.

El joven oficial pareciera de los tiempos de Juancito Trucupey, o de la época en que se fabricaban expedientes en el aire contra los opositores a Joaquín Balaguer, con las mismas piezas “probatorias”: una granada (siempre la misma), una camisa usada y otros utensilios que ya los tribunales conocían.

No hay que argumentar mucho para darse cuenta que este troglodita es uno más de los tantos sujetos antidemocráticos, enemigo de lo público, que abundan por ahí y que se las toman contra los medios de comunicación por cualquier motivo. Por supuesto, que es un ignorante de las leyes que rigen el sistema de información en el país, que desconoce la existencia de la Ley General de Acceso a la Información Pública y que desconoce el principio fundamental de libertad de información, que se encuentra en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Habría que tomar este episodio como un exabrupto, y olvidarlo, si no fuera por su amenazada de fabricar expedientes con drogas a los periodistas. ¿Es ese el modus operandi de las autoridades antidrogas del país? No lo parece.

Sin embargo, tanto el general Rolando Rosado Mateo como el periodista Roberto Lebrón, ambos de la DNCD, deben poner en su lugar a este sujeto, para evitarle problemas a la entidad que dirigen.

Si en el AILA hay muchos problemas, y se detectan solo unos cuantos intentos de tráfico de drogas, en todas sus variantes y cantidades, se debe a que han colocado como responsable de dirigir la detección a alguien sin calidad ni conciencia del trabajo que tiene en sus manos. Eso es lo que se refleja de su actitud abusiva y desconsiderada.