La última semana deportiva para la República Dominicana ha sido de película. El invicto del equipo dominicano en el III clásico mundial de béisbol es motivo de alegría y ha sido una fuente de inspiración para el país ante los serios desafíos que enfrenta la sociedad dominicana.

El hecho de disfrutar de los juegos del clásico de béisbol en los que participa nuestro equipo no es solo un disfrute, es también un orgullo que se siente y se expresa en más apoyo y entusiasmo entre la fanaticada que se puede ver en los estadios y la que sigue en la República Dominicana el clásico. Es prácticamente todo el país.

Hay que decir que el equipo dominicano está imbuido de un entusiasmo excepcional, y que el recuerdo de la derrota que sufrimos de Holanda, en el 2009, se convierte en un aliciente para llegar hasta la meta y poder enfrentar a Holanda otra vez, el equipo que nos sacó de competencia, en forma sorpresiva, para luego enfrentarse a Cuba.

Tony Peña, el capitán del dominicano, ha dicho que no hay posibilidad de errores frente a Holanda, para que podamos obtener la victoria.

En una carta que escribiera nuestro colaborador Alejandro Moliné, dirigida a Tony Peña, Moisés Alou y a todos los miembros del equipo dominicano, el 23 de febrero, decía lo siguiente:

Qué esperamos de nuestros jugadores

Más que ganar el Clásico, el objetivo de nuestra selección debería ser el realizar un papel digno desde el punto de vista humano y deportivo. La corona sería un regalo que se recibiría con humildad y agradecimiento. Tendría muy poco sentido  ganar la competencia mundial y al mismo tiempo obtener el rechazo y las malas energías de todo el mundo.

La sociedad dominicana requiere reforzamientos positivos y estimulantes que reviertan el pesimismo, la desconfianza, la frustración y la negatividad que hoy día embarga a una gran parte de la población del país. Necesitamos retomar el sendero del optimismo y la confianza en un mejor futuro, para lo que requerimos de experiencias nacionales de nuevo tipo, que no reediten los patrones tradicionales de reafirmación personal, activismo febril, prepotencia y arrogancia.

El sentido grupal y nacional

La grandiosidad y opacidad del mundo moderno pulveriza y atomiza a la inmensa mayoría de personas que requerimos de referencias colectivas para reafirmarnos y encontrar sentido en un inmenso mar de anonimato.Por ende,intentamos dar contenido a nuestras individualidades perdidas agrupándonos en recipientes sociales que se construyen como entidades gregarias que buscan conferirnos algún tipo de identidad. Allí nos atrincheramos con relativa familiaridad para competir y enfrentarnos a otras expresiones colectivas similares, sean de carácter deportivo, político, artístico y cultural, entre otras. La búsqueda de esa identificación grupal y las luchas con sus pares data desde la era de las cavernas y su supervivencia y reproducción es otra muestra de que el devenir de la humanidad no es lineal sino recursivo, por lo que avanza y retrocede al mismo tiempo.

Las caras y contraparte de la competencia

En el mundo moderno se fomenta la competencia como un mecanismo efectivo para el desarrollo de talentos y capacidades, lo que arroja resultados palpables así como un costo humano que siempre queda como residuo. El competir remarca los límites personales, grupales y nacionales incrementando la percepción y el egocentrismo al reforzar la separación y la indiferencia ante el sufrimiento de quienes confrontamos.

Estar en el momento presente

Las competencias deportivas forman parte de las grandes actividades del entretenimiento contemporáneo. Su lógica interna las convierte en una especie de conflagración o guerra de baja intensidad donde la finalidad de alcanzar la victoria anula progresivamente el disfrute de la actividad en sí misma, concentrando la atención en el desenlace que será la victoria apetecida o la dolorosa derrota. Ese focalizar nuestro interés y atención en los resultados, perdiendo contacto con lo que discurre en el momento presente, genera una disociación sicótica que se traduce en distracción, baja atención, deficiencias en la ejecución y finalmente, en ansiedad y angustia.

La República Dominicana ha contado con un equipo extraordinario en el III Clásico Mundial de Béisbol, y el reconocimiento viene de todo el país que ha podido ser testigo del esfuerzo de los jugadores y del interés mostrado por la dirección del equipo. También lo han reconocido nuestros adversarios, incluyendo al equipo de Holanda, que sabe desde ya que se enfrentará al mejor equipo del momento, que fue preparado a traer la corona que desde el principio le correspondía.