La tolerancia y el reconocimiento democrático, de que los demás pueden sostener posiciones adversas a las nuestras, y no ser enemigos a los cuales debemos liquidar, es un valor imprescindible en el sistema vigente en la República Dominicana.
Las iglesias deben abrirse en sus posiciones, y no denigrar a una persona por su preferencia sexual, como lo están haciendo cada vez con más encono, contra la designación de un embajador norteamericano que es activista gay.
La sociedad ha avanzado lo suficiente como para reconocer que la opción sexual de cada quien es un derecho, y que en tanto eso no afecte nuestra libertad, no dañe nuestros derechos ni nos cause daño, aparte de las concepciones religiosas, es decisión de cada quien ejercerlo.
Dentro de las mismas iglesias católica y evangélica hay personas con opciones sexuales bien definidas, parecidas a las del embajador designado, pero que se mantienen dentro del closet, y eso no necesariamente causa daño a esas instituciones.
La sexualidad es un acto privado, que se ejerce con libertad dependiendo de la concepción de cada quien. Es posible que las iglesias hayan intentado prohibir la homosexualidad, pero seguro que no han tenido éxito.
Los mayores problemas de la Iglesia Católica hoy día tienen que ver con el ejercicio de la sexualidad de parte de una significativa comunidad religiosa, en especial la homosexualidad, y que se mantiene oculta.
Otros problemas se derivan de lo que sí resulta grave: las violaciones sexuales, la pederastia, el abuso de menores y otras muchas formas de ejercicio sexual prohibido por las leyes, que afectan a familias y a los miembros más débiles, que debían ser sancionados y denunciados. Como ha ocurrido con los casos del fallecido monstruo mexicano Marcial Maciel, quien llegada a convertirse en un ícono mundial de su congregación.
Este tema lo comentamos este fin de semana: