Hizo bien el presidente Abinader con decretar la extensión del toque de queda hasta el 30 de mayo en momentos en que no faltan quienes creen que el país se puede abocar a una flexibilización mayor ante la pandemia de la COVID-19.

El que la ocupación de camas por motivos del coronavirus cree justificada aprensión es apenas una de varias razones por las que todavía entendemos no existen condiciones para liberalizar determinadas medidas de emergencia.

Si bien ha avanzado con buen ritmo la campaña de vacunación, todavía debe incrementarse la cobertura para detectar casos positivos, mientras se renuevan algunas restricciones que se han relajado en los últimos meses.

El cansancio y otras derivaciones de un amargo confinamiento que ya dura un año, unido a la actitud desaprensiva de unos e indisciplinada de otros hace lucir natural el que se quiera salir de una vez por todas de esa camisa de fuerza impuesta por la pandemia.

La mejor contribución ciudadana  a los esfuerzos por combatir el coronavirus ha de expresarse en un comportamiento respetuoso de las normas fijadas

Pero desesperarse no es en absoluto la mejor de las reacciones. Se impone, pues, una prudente actitud, lo que entendemos resume el decreto presidencial.

Todo apunta a que debe esperarse a que haya una cantidad considerable de dominicanos vacunados, así como mantener estables algunos parámetros clave para poder dar paso a una reducción significativa de limitaciones debidas al COVID-19.

Todavía deben reforzarse los controles en establecimientos que expenden y parroquianos que consumen alcohol  de manera insensata. Ni qué decir de las aglomeraciones imprudentes que con indeseada frecuencia se ven por doquier.

Resulta imperativo cobrar conciencia sobre la peligrosidad de un virus que todavía permanece entre nosotros, al tiempo que no pocos creen que pueden volver a una normalidad que hace mucho ya no es tal ni volverá a serlo.

Mantener la vigencia del toque de queda, creemos, procura salvaguardar un espacio sanitario indispensable para una segura recuperación. Ha de impedirse a toda costa un descalabro después de que tanto hemos avanzado en el manejo de esta crisis.

Cabe resaltar que en comparación con sus inicios, se han visto suavizados algunos aspectos del confinamiento como fruto de una mejor gestión, una mayor conciencia colectiva y otros factores.

La mejor contribución ciudadana  a los esfuerzos por combatir el coronavirus ha de expresarse exhibiendo un comportamiento respetuoso de las normas fijadas a raíz de la pandemia.

De resultar así, y en espera de otros progresos, veremos muy pronto la anhelada flexibilización que todos deseamos.