Tras su discurso de rendición de cuentas, del miércoles 27 de febrero, el presidente Danilo Medina ha visto subir su aprobación y su popularidad a lo más alto.
Esta gran aprobación con que cuenta en estos momentos Medina, no sólo es la más elevada de su hasta ahora joven administración, sino que debe de ser una de las más altas con que haya contado gobernante alguno en muchos años en República Dominicana.
Habrá que esperar las mediciones científicas, pero mientras tanto los sondeos llevados a cabo por los medios, en sus diferentes modalidades (impresos, radio, televisión, internet y redes sociales) dan como resultado una aprobación que promedia más del 90 por ciento.
Incluso, ha recibido el aplauso de la oposición y de los sectores de opinión más críticos hacia su gobierno.
Lo ideal sería que el presidente Danilo Medina aproveche este gran momento, esta fortaleza política, para emprender cambios profundos en su gabinete.
El gobernante no debe albergar ninguna duda ni temor a la hora de introducir los cambios más que necesarios en su gabinete
Para nadie es un secreto que su administración heredó un pesado fardo, con funcionarios que a los ojos de la ciudadanía resultan odiosos, desacreditados y sin ninguna credibilidad.
Con esos funcionarios del pasado régimen no le será posible al presidente Medina llevar a feliz término sus planes de gobierno.
Peor aún, muchos de esos funcionarios podrían constituirse en obstáculos para que la presente administración pueda alcanzar las metas que se ha propuesto en el cuatrienio 2012-2016.
En general, en estos momentos el presidente Danilo Medina es, sin temor a dudas, el político más popular y menos objetado por la sociedad.
En consecuencia, el gobernante no debe albergar ninguna duda ni temor a la hora de introducir los cambios más que necesarios en su gabinete.
Así como el pueblo le aplaudió la firme decisión de renegociar el contrato del Estado con la empresa Barrick Gold, le apoyará si envía a sus casas a funcionarios que, tras dos períodos de gobierno haciendo y deshaciendo, han terminado por convertirse en piedra de escándalo y obstáculo para el buen gobernar al servicio del pueblo.