San Fracisco.- República Dominicana hizo historia la noche del martes, si tenemos suerte. No, no se trata solo de que ganaron el Clásico Mundial de Beisbol (CMB) con una victoria 3 – 0 sobre Puerto Rico, en un juego que controlaron desde la primera entrada. No fue que es convirtieron en el primer equipo que gana invicto el torneo, paseando la tabla desde San Juan hasta Miami, y hasta aquí, con ocho victorias en las cuales permitieron solo 14 carreras a sus contrarios. No. Quizás nos dieron algo más duradero que títulos y datos.
Se trata de lo que hicieron los dominicanos después de una breve celebración que siguió el último out: atravesaron el inflield y se reunieron con los puertorriqueños por la línea de primera base, cerca de la caseta de Puerto Rico, y les dieron apretones de manos y abrazos.
¡Qué mundo del béisbol aún más hermoso sería si todas las series postemporada de la Major League Baseball, si no la temporada regular, terminara con una muestra de respeto y deportividad! ¡Qué legado para los dominicanos y los puertorriqueños, si el apretón de manos después del partido se convierte en una tradición de béisbol, y las generaciones por siempre pudieran marcar el final del CMB del 2013 como el momento en que la alta categoría echó raíces en el juego!
“Sí, me gustaría ver eso en las Grandes Ligas”, dijo el relevista dominicano Octavio Dotel. “Esto demuestra que podemos jugar duro y competir el uno contra el otro, pero al final todos somos familia”.
El momento fue muy conmovedor para el béisbol del Caribe. La rivalidad entre los dominicanos y puertorriqueños se ha extendido por muchos años en las intensas temporadas de béisbol de invierno, pero siempre con respeto y un sentido de comunidad. Sin embargo, Dotel recordó que el apretón de manos después del partido bien podría tener más sentido del que tiene en las islas.
“Esperemos que este sea un mensaje para el resto del béisbol”, dijo.
Sólo dos noches antes Japón presentó su propia versión de la cortesía y el espíritu deportivo. Tras una decepcionante derrota semifinal frente a Puerto Rico, los jugadores japoneses se situaron en a lo largo de la línea de la tercera base y se inclinaron ante los vencedores, y luego ante los aficionados.
Existe un enorme agujero en el juego estadounidense cuando se piensa en ello. Los equipos se dan la mano en cada juego al nivel del béisbol de aficioandos. En prácticamente todos los demás deportes se hace, incluso cuando el propósito fundamental de ese deporte sea acabar con el contrario. En deportes individuales como el tenis y el golf se hace.
Pero cuando usted se convierte en un jugador de béisbol profesional, usted, literalmente, le da la espalda al equipo por el que compitió y deja el campo sin mucho más que un comentario, “Un buen partido”.
Incluso los niños de quinto y sexto grado saben que eso debe cambiar. En 2005, los estudiantes de la Escuela Merriam en Acton, Massachusetts, solicitaron a los Yankees y a los Medias Rojas que comenzaran su juego de apertura de temporada con un apretón de manos, como un guiño al esfuerzo de pacificación de la escuela en los patios escolares. El mánager de los Medias Rojas, Terry Francona, dijo que eso dependía de los jugadores. “Yo no los voy a obligar a que lo hagan”, dijo.
Cuando llegó el juego, los más o menos 40 estudiantes se reunieron en un aula para ver la presentación de los jugadores. Los niños cantaron, “Shake, shake, shake”. Pero los jugadores le dieron la espalda al otro equipo y regresaron a su caseta. Nada había cambiado.
Los mánagers se dan la mano cuando se anuncian las tarjetas de alineación se anuncian y, a veces, el bateador saluda al receptor en su primer turno al bate en un juego. Muy bien. Pero un apretón de manos después del partido o de la serie podría funcionar aún mejor.
Fue una delicia ver a los dominicanos hasta el final. Jugaron con sonrisas y fervor. Se demostró que se puede jugar duro y seguir pasándolo bien ‒¡imagínense eso!.
Una de las mentiras más grandes del torneo fue que “algunas personas”, especialmente los norteamericanos, estaban molestos con la forma en que los jugadores dominicanos celebran ponches, hits y carreras. Fue una no-historia mediática, un robo de titular rápido. En EE.UU., Joe Torre dijo que jugaron con pasión y que nunca le dirigieron su exuberancia al rostro de sus rivales. Torre no tuvo ningún problema con la forma en que jugaron. Ningún jugador en la nómina tuvo ningún problema con ese asunto. Al contrario, fue una de las alegrías del torneo.
Los dominicanos tuvieron todo el derecho a disfrutar del Clásico. Dominaban, mientras cantaban canciones en el dugout, y agitaban un plátano ‒el tipo de ingenuidad que puede verse en un campo de béisbol juvenil, antes de que todo el mundo se deje atrapar por el “actuar de la manera correcta”, y apisonar el entusiasmo se convierta en un requisito del entrenador estadounidense.
El bullpen dominicano cerró el torneo con 25 2/3 entradas en blanco. José Reyes jugó cada entrada como si sus pantalones estuvieran en llamas. A Fernando Rodney, el responsable del plátano, fue un placer verlo en el banquillo y en el montículo. Los dominicanos jugaron con un intenso sentido de propósito y orgullo, nacido en parte de su embarazosa primera ronda de octavos de final de 2009, con dos derrotas ante Holanda. Sus jugadores entrenaron durante todo el invierno para estar listos para los juegos de principios de marzo.
Mientras tanto, en EE.UU., en enero, Torre luchó con uñas y dientes para conseguir un día más de entrenamiento para el equipo de EE.UU. con los 30 directores generales. Torre estaba tratando de forjar un espíritu de trabajo en equipo entre sus hombres y prepararlos para el torneo de béisbol. Los gerentes generales no querían saber nada de eso. Dijeron que no siquiera a un solo miserable día de entrenamiento adicional.
Si EE.UU. va a hacer algo por este torneo, debe hacer que los jugadores estadounidenses reporten al campo de entrenamiento del equipo, no a sus campos de MLB. El equipo de EE.UU. podría ser el equipo número 31 en la pretemporada y entrenar y jugar juntos contra otros equipos de Grandes Ligas, antes del torneo.
Japón no sólo lo hace de esta manera; también pone a prueba el equipo. Sí, recortaron jugadores hasta llegar a la lista final para el CMB.
En la República Dominicana nadie se quejó por entrenar más duro o más temprano para estar listos para el Clásico Mundial, como lo hicieron los estadounidenses. Nadie canceló el torneo como una exhibición, de la manera en que lo hizo el lanzador de los Filis Cole Hamels. La República Dominicana se invistió plenamente para el evento. Son campeones dignos que dieron lecciones al resto del béisbol mundial sobre orgullo y entusiasmo, pero también, en última instancia, sobre espíritu deportivo. Que esto sea tan sólo el comienzo de algo maravilloso.