Recuerdo la mañana en que el escritor Héctor Amarante me dedicó aquel viejo ejemplar de su novela Ritos. Se trata de un volumen perteneciente a la primera y hasta donde conozco única edición que se haya hecho de este texto, lo cual resulta penoso si se toma en consideración la importancia de esta obra que, junto a otras como Escalera para Electra de Aída Cartagena Portalatín y Los Ángeles de Huesos de Marcio Veloz Maggiolo, constituye uno de los aportes más importantes a la novelística dominicana de entre finales de los 60 y principio de los 80.

Justo es señalar que el autor en cuestión, en un estudio sobre la novela dominicana editado en Lima, Perú, en 1987, confiesa su deuda estética con las dos obras de los demás autores señalados y se considera  continuador del aporte de éstos. Uno de los puntos  en común entre Ritos y Escalera para Electra es el hecho de que ambos textos utilizan como intertextualidad básica elementos de la cultura griega, en el primero el mito de Odiseo y en el segundo el referente a Electra. 

Tanto Ritos como Los Ángeles de Huesos son novelas sobre la dictadura, novelas que dan continuidad  y enaltecen aún más los aportes que han hecho a este tema prominentes autores latinoamericanos. En estos libros la fuerza de la denuncia de las injusticias sociales  y políticas, predominantes en el contexto básico de las mismas, jamás se imponen  a la  epicidad  poética de ambas.

Ritos (Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván, 1982) fue y sigue siendo un libro moderno desde el punto  de vista  formal, un libro que intenta sintetizar la esencia de un tiempo oprobioso de la dominicanidad

En  uno de sus tantos juegos narrativos, Ritos hace alusión en algunos pasajes a Marcio Veloz Maggiolo  y su referida obra. En la página 31, cap. 7, del libro que nos ocupa,  se lee:

“En el cielo de los muertos, con  alas de cielo, con ángeles de huesos, con las memoriosas formas de las parcas, el escritor, el también abandonado, el descarriado, el que bajó montañas por el valle (…) allá en los cielos, nos contó la muerte de las hermanas.”

Protonovela,  transnovela,  antinovela, Ritos va más  allá del simple entramado histórico-político e intenta captar y mostrarnos  la atmósfera terrible que se vivía durante  la satrapía trujillista, en la que tanto torturados como torturadores parecen  agonizar aplastados  bajo un mismo   ámbito infernal.

El autor, en una apuesta nunca lineal-vertical, en una especie de circularidad trágica, hace girar permanentemente una canción de eternos condenados. De manera hiperreal, la novela da cuenta de la muerte, por orden de Trujillo,  del  poeta y periodista Virgilio Martínez Reyna, asesinado el 1ro. de junio de 1930 junto a su esposa, Altagracia Almánzar, embarazada de nueve meses. Refiere también la muerte de los escritores Ramón Marrero Aristy, Jesús de Galíndez y Andrés Francisco Requena. Por igual, habla de la decapitación del memorable Desiderio Arias, y sobretodo enfatiza la muerte de las hermanas Mirabal, cuyo horror es testificado con gran fuerza poética en varios pasajes.

Me permito citar este fragmento: ”Entonces el verbo de la carne de las reinas fue hecho a palos; sus gritos fueron vegetales como susurros; sus miradas como hojas de palo largo, redondas, duras; el sexo como oquedades de troncos viejos; sus muslos, dimensiones ovaladas de palmeras; su sangre, la sabia de antiguos árboles que lloran por el mes de noviembre. Ojo de agua-rocío, muy frío en las laderas de las altas montañas, escombros, hielo, sin el abrigo de los brazos, ojos en el fondo seco del río.”

Ya María del Carmen Prosdocimi, en un estudio publicado en 1999, ha señalado el alto sentido poético de esta novela, en la que también se hace  referencia a  parte de muchos de los abusos cometidos por los colonizadores europeos contra los nativos de esta isla.

Ritos (Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván, 1982) fue y sigue siendo un libro moderno desde el punto  de vista  formal, un libro que intenta sintetizar la esencia de un tiempo oprobioso de la dominicanidad, mediante un encomiable procedimiento elíptico, deviniendo en una síntesis de multivocidad  narrativa y en una amplitud de sentidos  que lo sitúan entre lo más destacado de la narrativa  dominicana.

(*) El autor es escritor.