Hitler: cómo la maquinaria de propaganda nazi creó una imagen hogareña del Führer y engañó al mundo
Tanto en Alemania como el extranjero, Hitler era retratado como un hombre sensible, culto y de buen gusto, incluso después de iniciada la Segunda Guerra Mundial.

El 16 de marzo de 1941, mientras las ciudades europeas ardían y los judíos eran conducidos a guetos,The New York Times Magazine publicó una historia ilustrada sobre el retiro de Adolf Hitler en los Alpes de Berchtesgaden, en el sur de Alemania.Adoptando un tono neutral, el corresponsal C. Brooks Peters señaló que los historiadores del futuro debían valorar la importancia del "dominio privado y personal del Führer", un espacio donde las discusiones sobre el frente de guerra se entremezclaban con "paseos con sus tres perros ovejeros a lo largo de majestuosos senderos de montaña".Durante más de 70 años hemos ignorado el reclamo de Peters de tomar en serio los espacios domésticos de Hitler. Cuando pensamos en los escenarios del poder político de Hitler, somos más propensos a imaginar el campo Zeppelín de Núremberg que el salón de su casa.
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Un cambio radical
Las mitologías nazis sobre los orígenes de Hitler enfatizaron su pobreza y la carencia de hogar cuando era joven, así como su desdén por las comodidades.Pero cuando Hitler se convirtió en canciller, sobre todo después de que las regalías dellibroMein Kampf ("Mi lucha") lo convirtieran en un hombre rico, gastó mucha energía en rediseñar y amueblar sus residencias: la antigua Cancillería de Berlín, su apartamento de Múnich y el Berghof, su casa en la montaña en Obersalzberg.- "Mein Kampf": ¿quién se quedó con los millones de Hitler tras su muerte?
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El chalet de Hitler
Con vistas a Alemania por un lado de la montaña y a Austria por el otro, Berghof era la propiedad más pública de las casas privadas de Hitler y ejercía un poderoso influjo en el imaginario nazi del imperio.Hitler y sus publicistas se inspiraron en las imágenes de las montañas de los movimientos literarios y artísticos de Alemania, en especial del Romanticismo, para mitificar al Führer y convertirlo en un líder místico que se sumergía y encarnaba a la vez las terribles y magníficas fuerzas de la naturaleza.Para la prensa extranjera era un caballero bávaro
El auge de la cultura de las celebridades en las décadas de 1920 y 1930 desencadenó un apetito voraz por la información sobre la vida cotidiana de los ricos y famosos. El equipo de Hitler se dio cuenta rápidamente y aprovechó el hambre del público para promover estrategias de relaciones públicas muy comunes en la actualidad.Los periodistas que escriben para la prensa en inglés engulleron la propaganda, alimentando una imagen falsa de Hitler al publicar historias brillantes del Führer, incluso cuando contrastaban con una realidad diferente e inquietante.El 30 de mayo de 1937, un mes después de que aviones alemanes bombardearan Guernica, en España, The New York Times Magazine publicó un artículo en primera plana sobre el idílico retiro de montaña de Adolf Hitler. En esa pieza llena de admiración, escrita por el corresponsal extranjero Otto Tolischus, los cielos no fueron representados como un medio para provocar la destrucción, sino como un raro topo de meditación, belleza y vida simple.Nunca más
El exitoso cambio de imagen doméstica de Hitler, creado por sus diseñadores y publicistas, subraya la necesidad de asumir una postura mucho más críticacon las industrias que se centran en las noticias del hogar o el estilo de vida, las cuales pueden tener una enorme influencia.En los últimos años, los medios de comunicación occidentales han adulado a Asma al-Assad, la primera dama de Siria, y han dicho que ejerce una influencia refinada y doméstica sobre su esposo. Aunque algunos de estos medios, incluida la revista Vogue, han intentado eliminar los rastros de esos artículos en internet, las historias siguen publicadas con orgullo en el sitio web del presidente Bashar al-Assad.Pero no debemos olvidar que, tras el hogar de una persona, a menudo hay más de lo que parece.*Despina Stratigakos es profesora de Arquitectura de la Universidad Estatal de Nueva Yorken Búfalo, Estados Unidos.Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y está reproducido bajo la licencia Creative Commons.Puedes leer la nota originalleer aquí.
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