ROMA y MILÁN.- Un extraño silencio envuelve hoy a las vacías y casi sin actividad ciudades de Roma y Milán en el primer día del cierre total de comercios y negocios no esenciales decretado por el Gobierno italiano para tratar de contener la epidemia de coronavius, que ya ha causado en Italia 12.000 contagios y más de 800 fallecidos.

Las antes bulliciosas calles del centro histórico romano, repletas de viandantes y turistas, están hoy desiertas, a excepción de las pocas personas que han salido a comprar a algún supermercado o tienda de alimentación, uno de los pocos negocios que tienen permitido abrir.

Cafés, bares, restaurantes, heladerías, pastelerías, peluquerías, barberías, centros de belleza, tiendas de ropa, zapatos o bolsos, joyerías, artesanía, todos han echado las persianas y colgado carteles del estilo "cerrado por emergencia del Covid-19″ o "cerrado por la situación sanitaria".

"¿Para qué medio trabajan? ¿Pueden enseñarnos los documentos?". Varios policías que patrullan a pie por las cercanías de una Fontana de Trevi completamente vacía de visitantes se acercan al ver a los periodistas de Efe con una cámara.

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El decreto del Gobierno italiano que convierte a toda Italia en "zona roja" y limita drásticamente los desplazamientos y el contacto social establece que los ciudadanos que transiten deben mostrar una "autocertificación" especificando que están trabajando, yendo a comprar bienes de primera necesidad o regresando a sus domicilios.

Tras enseñar los documentos podemos proseguir, no se ponen trabas a los periodistas para trabajar, y vemos cómo los mismos policías le piden a una pareja con aspecto de turistas, las únicas personas que están en el lugar y que se alejen de la Fontana.

A unos cientos de metros, frente al Panteón, cerrado como todos los monumentos y museos, la escena se repite y dos policías que patrullan en moto y con mascarillas también llaman la atención a los dos solitarios turistas que están sentados en los peldaños de la fuente central.

No hay una prohibición explícita en el decreto de pasear, pero sí se establece que solo se puede salir de la casa por motivos de trabajo, salud o necesidad. No está permitido estar en la calle sin un motivo de peso.

En Piazza Navona quedan como testigos mudos de la situación de emergencia las terrazas de los restaurantes, también vacías y cerradas, sin nadie a la sombra de los toldos en un maravilloso día primaveral en Roma. Solo un hombre de unos setenta años, bien trajeado, ha decidido sentarse a leer el periódico y desde allí observa el mundo con cierto aire de desconcierto.

"¿Es usted la última?", pregunta con voz queda una señora con un carrito de la compra a varias decenas de metros de un supermercado. Varios clientes esperan en fila en el exterior del establecimiento, dejando entre cada uno unos dos metros de distancia. Solo se puede entrar de uno en uno.

Parece que para no romper el silencio hasta la gente habla en voz baja sin quererlo.

Por la cercana Via dei Coronari, la estrecha calleja con imagen de postal siempre decorada con maceteros de flores y plantas, apenas transita una mujer cubierta con mascarilla, unas bolsas de la compra en la mano y paseando a su perro, una de las actividades permitidas para que las mascotas puedan hacer sus necesidades.

Y casi nadie cruza al otro lado del Tíber por el puente del Castillo de Sant Angelo, de donde han desaparecido los sempiternos músicos callejeros y los vendedores de souvenirs.

El decreto aprobado anoche en Italia ordena el cierre de todos los negocios no esenciales y solo permite farmacias, tiendas de alimentación, quioscos, estancos (en ellos se dan servicios como el pago de facturas) o gasolineras.

También se autoriza la actividad de bancos y empresas del sector agrícola y de transformación alimentaria que ofrecen bienes y servicios, siempre que se garanticen las medidas de seguridad, y pueden seguir activos profesionales como fontaneros y mecánicos

El transporte público continuará funcionando aunque se reducirá a servicios mínimos.

Todo se suma a los otros espacios ya clausurados en los últimos días como cines, teatros, museos, iglesias, escuelas o universidades y se ha pedido a las empresas que sigan abiertas que apuesten en la medida posible por el teletrabajo.

"Mantengámonos alejados hoy para abrazarnos con más calidez mañana", dijo el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, al anunciar las duras medidas cuyo efecto – dijo- se verá en unas dos semanas. EFE, Virginia Hebrero

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