SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Falleció este viernes el abogado Dr. Luis Heredia Bonetti, pionero del derecho empresarial en la República Dominicana.
El doctor Heredia Bonetti era socio fundador de la firma Russin, Vecchi & Heredia Bonetti, empresa que informó de su deceso.
Sus restos son velados en la funeraria Blandino, de la avenida Abraham Lincoln. Le sobreviven su señora esposa, Maureen Tejeda y sus hijos Luis José Francisco, José Miguel, Angélica Venecia y Nora María Heredia.
El abogado Dr. Ángel Delgado Malagón, escribió el siguiente artículo en honor al Dr. Luis Heredia Bonetti:
En memoria del doctor Luis Heredia Bonetti
Al atardecer del pasado viernes 7 de marzo, Brianda, una de mis hijos con quienes comparto bufete, me informó apesadumbrada el fallecimiento del doctor Luis Heredia Bonetti, por quien ella siempre había sentido confesa admiración tanto personal como profesional.
La noticia me retrotrajo de golpe cuatro décadas atrás, cuando en 1974, apenas iniciando mi ejercicio profesional, me desempeñaba en la Consultoría Jurídica del Banco Agrícola, y en una visita del doctor Heredia a esa oficina fuimos presentados por la común amiga doña Carmen Zuleta de Vidal, Secretaria del departamento.
Una breve conversación entre nosotros sobre diversos temas, creó una inmediata corriente de simpatía que concluyó con una oferta de trabajo en su firma, creada desde su inicio con un enfoque multinacional, y a la cual el doctor Heredia se había integrado como consecuencia de la relación con su entrañable amigo Jonathan Russin, tras ambos laborar para la Misión de USAID en Santo Domingo.
Reconozco que el cambio de ambiente laboral fue verdaderamente dramático, partiendo desde el relajamiento inherente a la burocracia estatal, hasta la presión requerida por una firma legal que aplicaba los sistemas administrativos y de cumplimiento norteamericanos, y con múltiples clientes de clase mundial.
En todas las circunstancias de mi estadía en su firma, recuerdo al doctor Heredia dispuesto a facilitar la transición de todos los abogados asociados dominicanos a un método de trabajo completamente distinto, logrando que, en mi caso particular, pudiera que en poco tiempo integrarme a la disciplina y cultura de una organización cuyo éxito lo demuestra su permanencia por cerca de 50 años en el mercado dominicano e internacional, así como su intachable reputación.
La experiencia de trabajo con el doctor Heredia reconozco, en resumen, que ha sido imborrable.
Cuando después de unos tres años a su lado decidí separarme de la firma, le comuniqué mi decisión con antelación suficiente para poder informar de los asuntos a mi cargo al abogado que me sucedería.
Aunque la noticia no dejó de sorprenderle, ya que evidentemente habíamos logrado desarrollar una buena amistad y un alto nivel de colaboración, me deseó el mejor de los éxitos, e incluso para facilitar el inicio de mi nueva empresa, dispuso que se me mantuvieran hasta su cierre varios de los expedientes bajo mi responsabilidad.
En lo sucesivo en cada ocasión en que tuvimos ocasión de encontrarnos y conversar sobre diversos temas, tanto en ambientes jurídicos como sociales, sentí que el doctor Heredia experimentaba auténtico interés y regocijo, al comprobar que su esfuerzo al orientarme y educarme en esa primera etapa de mi vida profesional no había sido inútil.
Creo que es esa la principal cualidad que debo ahora resaltar del amigo ausente. No solo fue un abogado brillante, dedicado y creativo, con un dilatado e innovador ejercicio en áreas hasta entonces desconocidas para los tradicionales juristas dominicanos.
Su principal virtud, y la que no tengo ninguna duda le produjo la mayor satisfacción, fue la de educar a todos los abogados que tuvieron el privilegio de trabajar bajo su dirección.
Aseguro, sin temor a equivocarme, que el bufete del doctor Heredia, en toda la historia dominicana, es el que ha formado la mayor cantidad de profesionales del derecho que a su vez crearon posteriormente sus propias firmas legales, que hoy ejercen exitosa y decorosamente la profesión jurídica en nuestro país.
Desde la inexorable realidad de la ausencia del doctor Heredia, su viaje a lo desconocido debe ahora acompañarle el epitafio que esplende sobre la morada final de la gran maestra dominicana Luisa Ozema Pellerano, y que reza: “Vida de sembradora fue tu vida/cavaste el surco y esparciste el grano/descansa en paz, la tórtola ya anida/en los trigales que espigó tu mano”.
Hasta un nuevo encuentro, inolvidable amigo.
Dr. Angel Delgado Malagón
8 de marzo de 2014